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martes, 9 de agosto de 2016

Vacaciones: más que un lujo, una necesidad física y mental

Se requieren al menos diez días seguidos de descanso para refrescar el cerebro y diluir el estrés acumulado. A estas alturas del verano, quienes aún no han tenido vacaciones acusan ya el cansancio y el estrés. Incluso algunos de nuestros políticos, después de un «curso» especialmente ajetreado, aprovechan para tomarse un respiro. Algo necesario para poder volver al trabajo con ganas renovadas y, lo que es más importante, con la mente fresca para rendir al máximo. 

Además del cansancio físico, el estrés acumulado «nos desgasta a todos los niveles: nos hace frágiles ante agentes externos que deterioran la salud y, a nivel mental, nos hace más rígidos y nos cuesta más concentrarnos. El estrés alto nos limita para funcionar», explica el psicólogo Daniel Peña, director de I+D de Apertia consulting. 
Para este experto, «las dificultades que podemos estar percibiendo en los políticos ahora, la rigidez o dificultad para adoptar una posición más flexible, en parte tiene que ver con el desgaste que provoca el estado de indefinición en que nos encontramos. Seguramente después de un buen descanso nos encontraríamos a políticos con mejor capacidad para encontrar soluciones alternativas a las actuales y menos rígidas». Sin embargo, el estrés que genera el trabajo no es exclusivo de los políticos, nos afecta a todos, independientemente del trabajo que tengamos. 

Y más en estos tiempo de crisis en los que las bajas por estrés y ansiedad van en alza. «Un estudio reciente planteaba que ser presidente del Gobierno acorta la vida cuatro años, pero también lo hace trabajar en turnos nocturnos. El estrés nos hace a todos envejecer antes de tiempo. Uno de cada tres trabajadores españoles tienen síntomas importantes asociados al estrés», destaca Elisa Sánchez, coordinadora del grupo de Salud Laboral Colegio de Psicólogos de Madrid. Por eso, las vacaciones estivales suponen un paréntesis que debería ayudarnos a equilibrarnos física y mentalmente. ¿Pero, cuánto tiempo necesitamos para recomponernos? 

Pues según los expertos consultados, depende de la capacidad que tengamos para desconectar: «Depende de cada persona. Puedes estar un mes en la playa o la montaña, pero si no desconectas no ha servido para nada, porque estamos anticipando problemas y dando vueltas a las cosas y no se produce el reseteo necesario», explica Elisa Sánchez, 

Saber desconectar 
Por el contrario si nos olvidamos de las obligaciones en dos o tres días y nos centramos en la parte más lúdica del verano, las vacaciones nos cundirán mucho más. Como tope mínimo en cuanto a días de descanso, Daniel Peña apunta que «una o dos semanas sería el tiempo necesario para desestresarse de verdad». De hecho, un estudio de la Universidad de Rockies (Colorado) confirma que los beneficios de las vacaciones son máximos cuando abarcan al menos diez días seguidos. En cualquier caso, lo más importante para que las vacaciones sean reparadoras es «la forma en que uno las prepara y cómo las vive», señala Daniel Peña. Y la primera regla, coinciden ambos expertos, es no llevarse en la maleta las preocupaciones laborales. 

«El reto es saber gestionarlas para que no interfieran con el descanso. A veces nos obcecamos en dejar todo el trabajo cerrado y esto puede generar preocupación y ansiedad que hace difícil estar tranquilo», apunta Peña. La solución está en saber delegar y «tener una buena dosis de tolerancia a la incertidumbre de no saber qué pasa en el lugar de trabajo en su ausencia», resalta Peña. 

«Nadie es insustituible», incide Elisa Sánchez. Y ambos recomiendan, dejar unos momentos del día para chequear el correo o recibir llamadas cuando sea imprescindible. «Y el resto del tiempo para nosotros», indican. Es la actitud más saludable. De lo contrario nos ponemos en evidencia, según una investigación de las Universidades de Porland y Bowling Green, que asegura que quienes están pendientes del trabajo fuera del horario laboral son menos eficientes que el promedio. Desde la Sociedad Española de Neurología, Hernando Pérez, coordinador del grupo de Vigilia y Sueño apunta algunos de los perjuicios de no tomarnos un tiempo adecuado para el descanso. 

«El estrés acumulado durante el año puede provocar cambios anímicos, ansiedad, cansancio y dificultades atencionales y pueden suponer una merma cognitiva y fallos de memoria y por tanto una baja del rendimiento laboral. Con una sobercarga laboral intensa se puede sufrir desmotivación, dificultades para hacer la tarea y reducción del rendimiento. Todo eso en periodos breves puede ser reversible. Pero el estrés continuado en el tiempo es como el insomnio, a la larga se puede asociar a factores de riesgo cardiovascular y cerebrovascular, hipertensión, obesidad, diabetes, que no reversibles», apunta Pérez. 

Ajetreo diario 
El estrés, tiene que ver con la filosofía de vida de la persona y forma parte de nuestra sociedad moderna. Y si para los adultos tiene que ver con la excesiva carga laboral, Hernando Pérez apunta que aparece ya en edades pediátricas como consecuencia de la sobrecarga del curso académico. «Un buen descanso permite adoptar posiciones más flexibles»

«A partir de los siete u ocho años estamos viendo niños con cefaleas tensionales, que es una forma de somatizar las preocupaciones. También influyen hábitos como la privación crónica de sueño, con programas de máxima audiencia, incluidos los infantiles, que acaban después de las 12 de la noche. Además, cada día se va incorporando los dispositivos electrónicos a edades más tempranas. Y a esto se une la sobrecarga educativa. Ya no nos conformamos con las clases de nueve a cinco, además queremos que tengan actividades extraescolares, como música, idiomas...» 

Y en general recuerda que en los últimos años, en la sociedad del bienestar, paradójicamente, dedicamos a dormir un 20 por ciento menos de tiempo al sueño, por los horarios televisivos, el estrés que produce insomnio y la sobrecarga laboral. Y eso tendrá consecuencias a larga sobre la salud, en especial cardio y cerebro vascular si no lo controlamos». De ahí que, como apunta Elisa Sánchez, las vacaciones no sean un lujo sino una necesidad. Un tiempo de descanso en el que deben primar las actividades lúdicas y emplear el tiempo en aquellas aficiones a las que no podemos dedicar tiempo durante el resto del año. 

No hay que olvidar que los efectos del estrés sobre el organismo son reversibles, como ha demostrado con su trabajo la premio Nobel de Medicina Elisabeth Blackburn. Esta investigadora fue la primera en vincular el estrés psicológico con daños en el material genético. Y también que ese daño puede revertirse disminuyendo el nivel de estrés. Cada vez más estudios apuntan a que el contacto con la naturaleza nos ayuda a disminuir el estrés y a recuperarnos mejor de la sobrecarga acumulada el resto del año. Las vacaciones son un momento ideal para hacerlo.

abc.es

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