Canadá lleva tiempo en los primeros puestos del ranking PISA. Además, es un ejemplo de que la excelencia no está reñida con la equidad: ricos y pobres, nacionales y extranjeros, chicos y chicas, muestran pocas diferencias en sus resultados. Por otra parte, algunas características del sistema educativo parecen contradecir la “sabiduría popular” sobre lo que es bueno y malo para la escuela. También hay algún aspecto menos positivo, que puede servir como advertencia.
Canadá es uno de los pocos países que, desde que se publica el famoso ranking PISA, no ha dejado de figurar en los primeros puestos en las tres disciplinas analizadas: lectura, matemáticas y ciencias. En la última edición, la de 2015, ocupó el segundo, décimo y séptimo lugares respectivamente. En ciencias, que fue el foco de este informe, casi un 40% de los estudiantes alcanzaron los niveles superiores, 11 puntos más que en la media OCDE, y apenas el 30% se quedó en los bajos (46% en la OCDE). Además, es el cuarto país con una mayor proporción de estudiantes con notas excelentes en los tres campos.
Sobresaliente en equidad, aunque con ventaja
No obstante, más que las puntuaciones por sí mismas, los análisis sobre el sistema educativo canadiense suelen destacar su capacidad para integrar excelencia y equidad. Comparado con el resto del primer mundo, en Canadá “pesa” muy poco el nivel socioeconómico del alumno, que solo explica un 7% de los resultados en ciencias, por un 17% en Singapur (una de las regiones con mejores notas en esta disciplina) o un 20% en Francia.
En Canadá, la procedencia y el estrato socioeconómico de los alumnos influye poco en los resultados
Tampoco hay grandes diferencias entre los estudiantes autóctonos y los inmigrantes, incluso los de primera generación. Algo relevante debido a que el sistema educativo canadiense es el séptimo con más población de origen foráneo en las aulas, en relación al total de alumnos.
No obstante, también es cierto que todo lo que tiene de heterogéneo en lo cultural, lo tiene de homogéneo en lo económico. Según la división de la OCDE, Canadá es de los países con menos porcentaje del alumnado en los niveles de renta más bajos. Además, la población adulta es una de las más formadas: un 55% de los que están en edad de trabajar tiene un título superior, por solo un 35% en la media de la OCDE.
Profesores y alumnos motivados
Aparte de los factores que podríamos llamar “estructurales”, parte del éxito canadiense se puede explicar por la motivación tanto de los profesores como de los alumnos. Como en Finlandia, la entrada a la carrera docente es selectiva, por lo que goza de gran prestigio. Esta buena consideración está, además, reflejada en los salarios, altos comparados con la media de la OCDE. Además, la participación de los maestros en actividades de desarrollo profesional es una de las más altas.
La preparación es especialmente cuidadosa en lo que se refiere a la lectura, que se ha convertido en uno de los grandes éxitos del sistema educativo canadiense. El país cuenta con personal especialmente preparado para esta tarea. Así, los casos problemáticos se detectan con precocidad, y en seguida se empieza a trabajar para rellenar las posibles lagunas. Además, las escuelas suelen contar con buenas bibliotecas para los alumnos. Los resultados son claros: no solo la puntuación general en PISA es muy alta –si las provincias participaran por su cuenta en el ranking, cuatro de ellas estarían en los cinco primeros puestos a nivel mundial–, sino que también los chicos están consiguiendo buenos resultados –aunque aún peores que sus compañeras–, en una disciplina que en la mayoría de países se les da mal.
El acceso a la docencia es selectivo, y los que ya son profesores están motivados, cobran un buen salario y participan en actividades de desarrollo profesional
La implicación de los profesores no se limita a la lectura. Casi nueve de cada diez encuestados en PISA señalaban que su respectivo profesor de ciencias “mostraba interés y le apoyaba diariamente en su proceso de aprendizaje”, una proporción claramente superior a la media de la OCDE.
Esta motivación externa, unida a la interna, da resultados: más del 80% de los estudiantes entrevistados para PISA señalaban que querían “ser el mejor en lo que hiciera” (un 65% en la OCDE), y un porcentaje similar aspiraba a obtener un título universitario. La proporción era prácticamente igual entre los inmigrantes de primera generación, una población en la que esta respuesta suele ser menos frecuente (un 40% en la OCDE).
Algunos rasgos peculiares
La radiografía de la escuela canadiense ofrece algunas sorpresas, elementos que no cuadran con los requisitos que las ideas convencionales establecen para los sistemas educativos de éxito. Por ejemplo, llama la atención la poca popularidad de la guardería. Mientras que algunos países fían la igualdad de oportunidades en la escuela a la universalización de la guardería, en Canadá más de la mitad de los escolares recibió menos de dos años de enseñanza preescolar. En el conjunto de la OCDE, la proporción es del 22%, y del 8% en España.
Es probable, por tanto, que una parte importante de los chicos y chicas canadienses aprendan a leer ya en el colegio, lo que contrasta con el afán de muchos países del primer mundo por enseñarles cuanto antes. Los magníficos resultados de Canadá en la prueba PISA (que se realiza a estudiantes de 15 años) sugieren que la precocidad no es tan necesaria.
También es interesante que el 35% de los alumnos canadienses que participaron en PISA decía tener un trabajo remunerado antes o después del colegio, una proporción significativamente mayor que la media. Dado el alto nivel económico de la población, parece más una cuestión cultural que de necesidad. Aunque los empleos a media jornada son más frecuentes entre los chicos, la diferencia con el resto de los países es especialmente significativa en las chicas. Además, Canadá es casi el único territorio en que el porcentaje de estudiantes con uno de estos trabajos es mayor en la población autóctona que entre los extranjeros.
Aunque los últimos informes PISA ya hayan señalado la poca relación entre resultados y la proporción profesores-alumnos, la sabiduría popular todavía concede gran importancia a este factor. Los datos de Canadá son significativos: hay más alumnos por profesor y el tamaño de cada clase está en valores normales. No hay que buscar en los grupos pequeños el secreto de su éxito.
Puntos a mejorar
El análisis de la escuela canadiense tiene también sus puntos negros. Uno de ellos es la relación emocional del alumno con la escuela. Una proporción un poco superior a la media de la OCDE (aunque siempre minoritaria) dice sentirse “como un extraño”, “fuera de sitio” o “solo”, aunque en cambio los que creen “caer bien a los demás compañeros” son más que en otros países. Curiosamente, los sentimientos negativos son más frecuentes entre los estudiantes autóctonos.
Otro aspecto a mejorar es el resultado en matemáticas. A pesar de que sigue siendo uno de los países con mejores notas, la puntuación ha caído significativamente en las últimas ediciones de PISA. Algunos analistas especulan con que puede deberse, en parte, al auge del llamado “aprendizaje basado en el estudiante”.
También son preocupantes las diferencias entre regiones. Mientras que en las más pobladas (Ontario, Alberta, Columbia Británica y Quebec) las notas son excelentes en todas las materias, otras menos populosas obtienen resultados más mediocres, especialmente en matemáticas.
Fernando Rodríguez Borlado
aceprensa.com
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