ACTUALIDAD

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Cómo hacer que los niños lean en la era digital

Embajadora DigCit (Digital Citizenship Institute), asesora en contenidos y organización de eventos sobre educación digital. Madre conectada, apasionada de su familia, de escribir, contar historias y aprender. 

Es como se autodefine la periodista María Zabala, que después de trabajar veinte años en temas de estrategias de comunicación y relaciones públicas, se ha volcado en la formación digital de padres e hijos.

María Zabala tiene un divertido blog, iWomanish, sobre familia y tecnología. Además, pertenece al Club de Malas Madres.
“Me dedico –explica– a formar a padres de familia, educadores y estudiantes para que usen la tecnología de modo equilibrado. Enseño a armonizar la vida familiar y la tecnología, y a educar a los niños en la era digital. Para ello, desarrollo contenidos, actividades y proyectos destinados a aumentar la percepción sobre la ciudadanía digital activa y la formación digital de nuestros hijos. De este modo intento que los padres reflexionen sobre el uso de los medios tecnológicos, y sobre la mejor manera de que formen a sus hijos en una sana y alfabetizada vida, también digital”.
“La lectura es el medio de aprendizaje que más impulsa la empatía en los niños”

— Esta entrevista es sobre cómo educar para la lectura en el mundo digital. Mi opinión es que conviene hacerlo como siempre, con libros impresos. Luego, más adelante, los niños, si lo prefieren, podrán leer en pantalla. O seguir con papel…
— Estoy de acuerdo en que, en teoría, lo ideal es leer en papel hasta lo más tarde posible, y lo más tarde posible pasarse a una pantalla. Al mismo tiempo, pienso que si decimos eso, estamos reduciendo la discusión a sí o no, a blanco o negro. Creo que es una discusión que está muy bien, pero no tengo claro que ayude a crear niños lectores. Hay que diferenciar entre la lectura como proceso de aprendizaje y como herramienta para crecer y formar parte de la sociedad –en el sentido de que tenemos que ser alfabetos–, y la lectura como hábito de placer.
Hay que diferenciar las dos cosas, que, según dicen los pedagogos, son muy distintas. Los expertos en crecimiento de los niños dicen que hasta los 7-8 años aprenden a leer, y a partir de los 8 años leen para aprender.

Leer para aprender

— Y cuando ya saben leer, ¿aprenden mejor en papel o da igual?
— Creo que no debemos restringir la lectura de los niños al papel. Lo cual no significa que no lean en papel. En esta segunda fase, a partir de los 8 años, es responsabilidad de los adultos tener las herramientas que ayuden a los niños a leer sea como sea. En el formato que sea. Sea cual sea el soporte.
Los niños ya han aprendido la base técnica de leer. Son unos niños que no van a vivir limitados a un solo formato, necesitan una alfabetización múltiple. Ya no se trata de leer a secas, sino de aprender a interpretar en todos los formatos y soportes que les rodean, enseñarles a ser “alfabetos múltiples”, personas capaces de leer, de crear, de interpretar, de revisar contenido escrito en múltiples formatos.
Un niño de 9 años de hoy, cuando tenga 19 no vivirá en un mundo como el nuestro. Probablemente habrá dos revistas en vez de dos mil, los periódicos tampoco existirán como tales, habrá muchos libros en papel pero muchos más en formato electrónico, habrá pantallas por todas partes, los videos serán el rey, tendrán aplicaciones de todo tipo para gestionar su vida.
Por ejemplo, tienes un niño de diez años, que está en cuarto de primaria, un curso en el que deben tener ya un hábito de estudio, ser capaces de sentarse a estudiar, que también forma parte de la lectura. El profesor les enseña a subrayar, o a interpretar palabras que están en negrita en el libro, pero nadie les enseña a hacerlo en una pantalla. Cuando ya sean un poquito más mayores y tengan un proyecto tecnológico en el cole, cuando tengan una tableta, si nadie les enseña a subrayar sobre la pantalla, si no van a poder tachar sobre la pantalla como tachan sobre un papel, si para el aprendizaje solo les enseñamos a relacionarse con el papel, se van a quedar limitados. Porque cuando crezcan van a tener una cantidad brutal de contenido en pantalla. Cuando ya leen tenemos que dejar de centrarnos en dónde leen, sino cómo leen, da igual dónde. En esta línea, una idea positiva es el proyecto “Leemos” (1).

¿El ejemplo? Es relativo

— ¿La afición a leer se hereda? ¿Es decisivo el ejemplo de los padres?
— Tengo tres hijos, soy la misma madre, van al mismo cole; yo leo mucho, unos me imitan, otros no, o sea que el ejemplo es relativo: el niño es selectivo en qué imita. Uno lee mucho; otro, sin leer mucho, lee muy bien; y la otra, sin leer mucho, y sin leer muy bien, sin embargo es la que tiene mejor comprensión lectora, la que más retiene. No es solo el soporte –pantalla o papel–, no es solo si el libro es bueno o no: es el niño.
— No es un problema de edad...
— A veces el problema es cómo llegamos a los padres. Si dices al padre: su hijo tiene que leer, y su hijo no es muy lector, y el padre no tiene mucho tiempo, estamos creando un círculo vicioso que no va a ninguna parte: el niño no leerá, y el padre no hará mucho. Llegamos a las familias con un punto de prejuicio, que a las familias no les ayuda precisamente a avanzar. “No, es que los niños tienen que leer en papel”. “A mí, con mi hijo mayor, me da igual que lea en Kindle, en tableta o en cualquier soporte: lo que quiero es que lea. Y al final, la manera de conseguir que lea ha sido buscar textos que por su contenido le atraen.
— ¿Por ejemplo?
— Le encantan textos de personajes que le gustan o historias de las que le gusta buscar información en Internet, o en Wikipedia.
— ¿Qué personajes le gustan?
— Por ejemplo, Steve Jobs.
— Pero ¿cuántos años tiene?
— Doce.
— ¿Y ya le interesa Steve Jobs?
— Le atrae gente que ha inventado, los inventores. Pero si yo le regalo un libro con la vida de Isaac Newton contada para niños, me dice “¡mamá, paso!” Y sin embargo, si él hace el ejercicio de irse a Wikipedia, a buscar, entonces se le ocurre hacer un PowerPoint y coge texto, y te cuenta la historia de Isaac Newton. El niño está aprendiendo, aunque no creo que vaya a conseguir que mi hijo sea un gran lector de libros, y de libros de papel. Lo que sí quiero es que mi hijo sea capaz de leer algo, de interpretarlo, valorarlo, entenderlo. Y si puede copiar el ejemplo de Isaac Newton, mejor que mejor.

Leer en compañía

— Y antes, cuando el niño está aprendiendo, ¿qué medios hay para hacerle leer?
— Uno es la lectura dialógica, en la que tú estás leyendo un cuento con un niño, pones la voz de un personaje, le dices: “mira lo que va a pasar, mira el dibujo… ay, Dios mío, estoy superpreocupada por Pulgarcito”; una lectura en la que implicas al niño. Está comprobado que el niño retiene la historia y la vive más cuando hay una lectura dialógica que cuando lee en una pantalla. El niño está ejercitando más las capacidades que necesita para aprender a leer. Y la implicación es mayor cuando el libro está en papel.
“En mi casa, durante la semana no hay pantallas: ni videojuego, ni tableta, ni tele”
Esto cuando está aprendiendo a leer. Lo que no significa que el epicentro sea el libro clásico en papel, porque los libros para pequeños en papel no son solo letras, siempre han tenido dibujos. Cuando son mayores, necesitan una serie de capacidades de alfabetización múltiple, y cuando son pequeños, necesitan compañía en la lectura; da igual la pantalla, es importante que el soporte sea físico, lo cual no quita que se pueda complementar con contenidos que inciten a la lectura en un entorno de juego didáctico. Hay buscadores en Internet específicos para niños y te llevan a páginas que son como repositorios donde hay todo tipo de contenidos interactivos.
El elemento clave es el adulto. Pero no me vale decir: señor padre, señora madre, lea usted con su hijo. Porque eso puede llevar a pensar que uno está haciéndolo mal. Y lo que hay que pensar es: vamos a ver cómo puedo hacerlo mejor. Creo que puede haber un equilibro, cuando tienes un niño pequeño: un día le lees un cuento, otro día te lo lee él en voz alta, y otro día está media hora jugando en la tableta con una aplicación que has buscado tú, en la que esté practicando a juntar letras, a hacer frases, a poner nombre por escrito a un dibujo. Toda la vida han tenido mucho éxito los libros en papel que traen pictogramas: el niño necesita entender que el dibujo de una naranja es la palabra naranja; aprender a juntar adjetivos con el sustantivo que le corresponde. Existe un universo enorme y muy positivo de aplicaciones muy bien desarrolladas para favorecer el aprendizaje del niño.
Pero luego está el tema del tiempo. No puedes aparcar a un niño una hora y media delante de una aplicación solo por el hecho de que sea una aplicación de letras, para aprender a leer, porque el niño tiene una capacidad de atención limitada.

Niños poco empáticos

 Si tan útil puede ser una aplicación para aprender a leer, será porque a los niños les resulta natural manejar una pantalla, al menos a los de ahora, que son “nativos digitales”…
— No comparto ese término, que acuñó Mark Prensky en 2001 para designar a los que han nacido en una época conectada, y ha llevado a concluir que los niños ya saben todo eso. Pero los niños no saben relacionarse con las pantallas. Mark Prensky dijo también que había acabado el tiempo de procesar la información en libros, que había empezado el tiempo de procesar la información a través del vídeo, que ya estábamos en generaciones totalmente visuales. En esto no estoy al cien por cien de acuerdo, pero no se equivoca del todo.
Es muy típico oír a los que se dedican al marketing que la gente no tiene tiempo para leer, que quiere que le cuentes algo rápido, cortito, y si es posible, visualmente. Pero al vídeo le falta el contexto. Y lo que también está demostrado es que la lectura es el medio de aprendizaje que más impulsa la empatía. Ves una película y no tienes que imaginarte nada. En cambio, en la lectura está el contexto. Cuando lees, tienes que imaginarte lo que acompaña a las letras que estás viendo. Ya sabes leer, sabes juntar una palabra con otra, entiendes la frase, por el contenido entiendes que la historia va de una chica que va a descubrir un crimen, y el contexto que los adultos te han ayudado a crear te permite entender que la chica está asustada, que esto no le ha pasado antes, que si tú estuvieras en su misma situación estarías muerto de miedo. Y nuestros niños son menos empáticos que nunca.

YouTube no es el demonio

— ¿Cómo dosificar el uso de las pantallas?
— Hasta el año pasado, los pediatras americanos decían: hasta los cinco años, cero tiempo de pantalla. Ahora ya empiezan a matizar. Hasta los dos años, por ejemplo, que el tiempo de pantalla se limite a hacer Skype con la abuela, si la abuela vive fuera. A partir de los dos años, y hasta los cinco, dicen que puedes darles un tiempo de pantalla que tenga que ver con aprendizaje, algo lúdico e interactivo, y supercontrolado en el tiempo: yo te diría que media hora. Aunque en mi casa, durante la semana no hay pantallas. Hay unas normas: entre semana, ni videojuego, ni tableta, ni tele. Y el rato que hay de tele, conmigo, por ejemplo después de cenar, viendo tráilers de películas, o vídeos de programas que nos gustan, pelis antiguas...
En los talleres con padres, les pregunto: ¿qué ven los niños en YouTube? Pues Peppa Pig, los dibujos que les gustan. Hasta los ocho años, según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona y la Autónoma de Madrid, sus costumbres tecnológicas tienen que ver con sus pasiones. No ven cosas raras. Si les gustan los legos, buscan cosas de legos; si les gusta la Barbie, buscan cosas de Barbie. O libros de Barbies.
Les digo a los padres: descárgate la app de kids.youtube, la versión para niños donde no hay vídeos raros, y ya tienes menos probabilidades de que se encuentren con una cerdita que no es la que tú quieres. Además hay otra cosa. Si mi hijo está tres horas con el Lego, a los expertos no les parece mal. Y nadie me dice que si está tres horas con el Lego, no hace deporte. En cambio, si estuviera tres horas con YouTube, me dirían que YouTube es el demonio. Pues no.

Formar ciudadanos digitales

Por eso, ante tanta pantalla, y más que va a llegar, y aunque el formato rey sea el vídeo, hay que dejar de discutir si los niños tienen que leer en papel o en pantalla, y desarrollar herramientas para que lean, se les dé contexto, tengan capacidad de poner en contexto lo que lean. Este contexto tiene como elementos: uno, la compañía activa del adulto cuando el niño es muy pequeño; dos, la práctica: que lean, como sea. Si es Wikipedia, pues ¡olé Wikipedia!, si lo que van a conseguir es contexto. Y la tercera, multiformato: que les enseñemos a que lean más, y variado, repartiendo su tiempo entre todas las opciones de formato que hay. Que el niño sepa coger un libro, y sepa coger una pantalla, y sepa buscar con un ordenador.
Lea usted con él uno o dos días por semana. Que alguien le lea otros dos días, vamos a buscar aplicaciones realmente útiles para que el niño siga desarrollando sus hábitos lectores otros dos días… Porque si tenemos padres que se sienten culpables, tenemos padres que no hacen nada. Y lo que necesitamos es que se cambie la tendencia, no que se deje al niño delante del iPad viendo no sabemos qué, sino haciendo algo útil. Pasar de educar a consumidores pasivos de pantalla, que es lo que tenemos hoy en un alto porcentaje de niños y adolescentes, a ciudadanos digitales, que hagan cosas con la tecnología.

(1) La Fundación José Manuel Lara y la Fundación Telefónica han puesto en marcha el proyecto “Leemos”, que propone a las escuelas la creación de una biblioteca virtual a la que puedan acceder sus alumnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario