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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Católicos y ortodoxos disipan recelos

Las relaciones del Vaticano con Rusia nunca han sido fáciles. Desde el colapso del comunismo la situación ha mejorado mucho, aunque subsisten los recelos y los temas conflictivos tanto con el gobierno como con la Iglesia ortodoxa. Pero la visita a Moscú en agosto del secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, ha mostrado un nuevo clima de diálogo y cooperación entre Roma y Moscú. Más difícil es saber si será suficiente para resolver los problemas que afrontan los católicos en Rusia.

Era la primera visita del actual Secretario de Estado vaticano a Rusia, después de la que en 1999 realizó su predecesor Angelo Sodano. En el viaje se ha entrevistado con el presidente Vladímir Putin y con el ministro de exteriores Serguéi Lavrov, y con las altas jerarquías de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Kiril y el metropolita Hilarión. A la vuelta a Roma, Parolin ha querido subrayar que los encuentros han sido fundamentalmente “constructivos”, lo cual sugiere que han servido para que ambas partes comprendan mejor las posturas de la otra y para edificar sobre esas bases unas relaciones más sólidas.

Problemas pendientes

También ha sido ocasión para que Parolin tuviera un encuentro en la catedral de Moscú con la comunidad católica y conversara con los obispos en la Nunciatura, para conocer mejor la situación de los católicos allí. Las estimaciones sobre el número de católicos varían entre 150.000 y 700.000, es decir, menos del uno por ciento de la población, y pertenecientes sobre todo a minorías étnicas.

La caída del comunismo significó el fin de la persecución religiosa, pero aún subsisten focos de tensión entre la comunidad católica y las autoridades civiles y la jerarquía de la Iglesia ortodoxa. Entre ellos destacan dos problemas, en parte heredados: la devolución de los templos y propiedades católicas requisadas durante la época comunista, y las acusaciones de los ortodoxos contra la acción evangelizadora de la Iglesia católica en Rusia, que ellos entienden como una invasión de su “territorio canónico”.
Habida cuenta de la imbricación entre Iglesia y Estado, típica de la tradición ortodoxa y cultivada también por Putin, la resolución de estos conflictos exige acuerdos tanto con las autoridades civiles como con las religiosas.
Según la legislación rusa, el Estado reconoce cuatro “religiones tradicionales” en el país: la Iglesia ortodoxa, el islam, el judaísmo y el budismo. El catolicismo –aunque tenga raíces en Rusia desde la época medieval– se considera una religión “no tradicional”, calificación que supone una situación jurídica más débil y sujeta a vicisitudes políticas. Por ejemplo, este mismo año el Tribunal Supremo ruso avaló la prohibición de los Testigos de Jehová, por considerarlos “extremistas”.

Las propiedades católicas no devueltas

En la conferencia de prensa conjunta con el ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov, Parolin se refirió a dos temas que habían sido abordados en las conversaciones: los permisos de residencia para el personal religioso católico no ruso y el asunto de las propiedades católicas confiscadas en la época comunista y aún no devueltas. Parolin dijo que esperaba que esta visita “pueda ayudar a resolver este problema de acuerdo con los principios de la libertad religiosa”, ante la necesidad de la comunidad católica de tener lugares de culto apropiados.
En Moscú hay tres templos católicos, uno de los cuales aún no ha sido devuelto. Pero en ciudades como Kaliningrado, Esmolensko y otras, los católicos llevan años intentando que les devuelvan las propiedades confiscadas, sin éxito por el momento.
Respecto a los permisos para la entrada de personal religioso católico, durante la visita del secretario de Estado vaticano se firmó un acuerdo que exime de la necesidad de visado a quienes tengan pasaporte diplomático.
En temas de política internacional, en una coyuntura en que Rusia está enfrentada con Occidente en los conflictos de Ucrania y Siria, al Kremlin le interesa la postura no beligerante de la diplomacia vaticana. Durante la conferencia de prensa, Lavrov agradeció el apoyo moral vaticano a los acuerdos de Minsk sobre la pacificación en Ucrania y su ayuda humanitaria a las poblaciones necesitadas, también en las ciudades de Donetsk y Luhansk, bajo control de los rebeldes prorrusos. En particular, dijo, “apreciamos la postura vaticana de no admitir el uso del factor religioso en Ucrania para obtener ventajas políticas”. Hay que tener en cuenta que en el conflicto de Ucrania entre prooccidentales y prorrusos, la Iglesia ortodoxa ha sido a veces acusada de “falta de patriotismo”.
La defensa de los cristianos en Oriente Medio y en algunos países africanos fue otro de los temas evocados en las conversaciones de Parolin con Putin y Lavrov. De todos modos, en el comunicado conjunto no se hizo ninguna mención a la guerra en Siria, donde Rusia es un firme apoyo del régimen de Bashar Al Assad, cuyo gobierno ha permitido a los cristianos vivir su fe sin restricciones.
En un momento en que Rusia se enfrenta a sanciones económicas y a tensas relaciones con Occidente, en Moscú sienta bien que el Vaticano hable de intensificar la cooperación con Rusia. “Nos alegra el progreso de nuestra cooperación con Rusia –declaró Parolin–, incluidos los contactos a alto nivel en los campos de la cultura, la ciencia y la medicina, y confirmamos nuestra disposición a mejorar esos contactos en el futuro en esas áreas”.

Relaciones con los ortodoxos

Los encuentros del cardenal Parolin con el patriarca de Moscú, Kiril, y con el metropolita Hilarión, encargado de asuntos exteriores del patriarcado, permitieron calibrar el estado de las relaciones católico-ortodoxas.
Aunque los ortodoxos siempre ven con recelo la acción de la Iglesia católica en Rusia, las acusaciones de “proselitismo” son ahora menos frecuentes que antes. Quizá esto se debe también a que la jerarquía católica ha adoptado una postura muy discreta, para no molestar a los ortodoxos, y sin pronunciarse sobre asuntos del país.
La Comisión Pontificia “Pro Rusia”, que regula las relaciones entre católicos y ortodoxos en Rusia, ha establecido que los obispos católicos informen a los obispos ortodoxos de sus iniciativas pastorales importantes, especialmente la apertura de nuevas parroquias. Se trata de evitar malentendidos y disipar desconfianzas. Pero por parte de los ortodoxos esa información se ha entendido a veces como una petición de permiso.
Este perfil bajo no siempre gusta a sectores de fieles católicos, que preferirían una mayor presencia pública de la Iglesia y una evangelización más activa y visible.
Estos se habrán sentido reconfortados ante las palabras de Parolin en su homilía en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Moscú, donde dijo a los fieles: “Sed testigos del Evangelio en esta sociedad, donde la herencia del pasado reciente –ateísmo, indiferencia religiosa– está aún viva”. El cardenal les dijo que el cristianismo está creciendo por su atractivo. “Por lo tanto, seguid adelante, no tengáis miedo de ayudar a la gente a encontrar respuestas a sus preguntas y a los problemas de sus vidas, sentid la cercanía del Papa, de la Iglesia universal, y tratad de dar un testimonio de fe y de amor en vuestra sociedad”.
Las relaciones entre Roma y el patriarcado de Moscú entraron en una nueva etapa tras el encuentro en La Habana en febrero de 2016 entre el papa Francisco y el Patriarca de Moscú, Kiril. La declaración conjunta allí firmada planteaba un programa de cooperación entre católicos y ortodoxos y daba pautas para evitar conflictos.

Ucrania, la cuestión problemática

Hoy día, para los ortodoxos, el punto que pone a prueba esta cooperación es el conflicto de Ucrania. “La situación en Ucrania­ –ha dicho el metropolita Hilarión en una entrevista– sigue siendo la cuestión más problemática en las relaciones ortodoxo-católicas”.
La Iglesia greco-católica de Ucrania, con 5 millones de fieles, fue perseguida por el régimen soviético e ilegalizada, y sus templos fueron cedidos a la Iglesia ortodoxa rusa. Tras la caída del comunismo, pudo salir de la clandestinidad y empezó a reclamar la restitución de sus templos. Pero el Patriarcado de Moscú ha considerado estos intentos como ocupaciones violentas. También acusa a los greco-católicos de “hacer proselitismo” con sus fieles ortodoxos. Este conflicto que se arrastra desde 1989 se ha complicado por el choque político que ha llevado a la secesión de las regiones prorrusas.
En este contexto, resulta positivo que tras la entrevista entre Parolin y Kiril, el patriarca de Moscú haya declarado que las posturas del Vaticano y del Patriarcado sobre el conflicto de Ucrania están “cercanas”. “Apreciamos mucho haber encontrado una comprensión recíproca sobre el papel que deben tener nuestras Iglesias en la reconciliación de la población”, ha dicho Kiril.
Al mismo tiempo, como ya ocurría en la declaración de La Habana, se ve la necesidad de una cooperación católico-ortodoxa en campos como la protección de los cristianos en Oriente Medio, la defensa de los fundamentos cristianos de la civilización europea, la cooperación bilateral en el seno de las organizaciones internacionales, el arte como modo de dar un testimonio cristiano en la sociedad moderna…
A veces hay gestos ecuménicos que quizá en Occidente pasan inadvertidos, pero que significan mucho para los ortodoxos. Así ha ocurrido este año con la exposición temporal de las reliquias de San Nicolás, que se conservan en Bari, y que han sido veneradas en Moscú y San Petersburgo por más de 2,3 millones de personas, tras hacer colas de varias horas. San Nicolás es el santo más venerado en Rusia y hay un gran número de iglesias dedicadas a él.
Como cabía esperar, tras la visita de Parolin a Moscú se ha planteado cuándo será posible un viaje del Papa Francisco a Rusia. A preguntas de los periodistas, Parolin contestó que por el momento tal viaje no está previsto. Por su parte, el metropolita Hilarión ha declarado que, tras el encuentro del año pasado en La Habana, hay que llevar a la práctica los puntos de la declaración conjunta allí acordada antes de plantearse ese viaje.
aceprensa.com

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