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martes, 19 de diciembre de 2017

Star Wars: Los últimos jedi

La paz está lejos de poder darse por sentada en la galaxia, más bien ocurre todo lo contrario. La Primera Orden, sucesora del denostado imperio y encabezada por el Líder Supremo Snoke, pone en peligro los logros alcanzados por la República, se hace necesaria una Resistencia para no sucumbir a los embates de un poder donde domina el lado oscuro de la fuerza, que empieza a ser poderoso en Kylo Ren, el hijo de Han Solo y la general Leia. 

Con él nota una conexión especial Rey, chatarrera del planeta Jakku, que ha acudido a la isla donde se ha retirado el jedi Luke Skywalker, para pedirle su ayuda a los rebeldes, y que sea su maestro en el conocimiento de una fuerza que acaba de descubrir. Mientras, el antiguo soldado imperial Finn y el piloto Poe, intentan dar con el modo de despistar a los cruceros de la Primera Orden, anulando su sistema de rastreo. 

 Después de que la fuerza despertara con nuevos bríos en el inicio de la tercera trilogía de Star Wars, ya sin George Lucas, gracias a la buena mano de J.J. Abrams, alguien menos obvio para apuntarse a la saga galáctica, Rian Johnson –ha dirigido dos cintas interesantes pero no de gran público, Brick y Looper–, toma doblemente las riendas como guionista y director. 

El resultado es notable, porque sigue nuevamente la senda marcada por su antecesor, o sea, se pliega en los aspectos conceptuales a la película de 1977 con que empezó todo y sus dos secuelas, con numerosos guiños, ecos y variaciones sobre lo que vimos entonces, y añade al mismo tiempo muchas sorpresas narrativas y elementos novedosos, susceptibles de atraer también a los espectadores más jóvenes. 

La combinación de adentramiento en terreno familiar capaz de satisfacer sentimientos nostálgicos, sin limitarse a dar más de lo mismo, junto a un ritmo vertiginoso en un hilos narrativos bien interconectados, asegura la diversión, a pesar de la larga duración de la película, más de dos horas y media de metraje. 

El niño que todos tenemos dentro, simbolizado en el chaval que vemos casi en el último plano con el anillo de la resistencia, y recordando al legendario Luke, queda más que satisfecho con este film. La esperanza. Las relaciones entre padres e hijos, maestros y discípulos, personas con mando y las que deben obedecer. El espíritu de iniciativa y la disposición a dejarse guiar. La capacidad de rectificar. 

El reconocimiento de las cualidades ajenas, y también de los defectos. El heroísmo hasta el sacrificio. Son mimbres con los que se componen las aventuras de los personajes y sus desafíos hábilmente, jugando con los ya conocidos, e incorporando otros nuevos, donde se vuelve a dar presencia a las mujeres, ahí tenemos aparte de a Rey y Leia -–a película está dedicada a la memoria de Carrie Fisher–, a Rose (Kelly Marie Tran), de rasgos orientales –más diversidad–, y atraída por Finn, y a la vicealmirante Oldo (Laura Dern), y a un original buscavidas, DJ (Benicio del Toro, que borda su breve papel). Los conflictos dramáticos tienen fuerza, sobre todo los que atañen a Luke, Ray y Kylo, los actores Mark Hamill, Daisy Ridley y Adam Driver ofrecen magníficas interpretaciones, saben atrapar sus luchas internas. 

A la vez, junto a los dilemas morales y las consideraciones sobre la fuerza y la sabiduría jedi, abundan los golpes humorísticos, breves y que percuten a toda velocidad. Hay mucha espectacularidad en las escenas bélicas de combate aéreo de las naves espaciales, y no llegan a cansar, porque visualmente se saben plantear de modo atractivo, con un lienzo amplísisimo y una gran sensación de fisicidad, también en el último tramo, con unas curiosas naves esquiadoras, los efectos visuales son muy realistas en líneas generales. 

No faltan además, como es de rigor, las peleas con sables láser, muy bien planteadas. Y se saben introducir nuevas criaturas, o jugar con escenarios curiosos, como esa especie de decadente Montecarlo ciudad del juego que retrotrae al saloon de La guerra de las galaxias, donde viven los cínicos que amasan fortunas vendiendo armas, a los buenos y a los malos, quizá la crítica más clara a un estado de cosas muy extendido en el mundo real.

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