El evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. En esa larga sobremesa con los suyos, que san Juan recoge en cinco capítulos de su evangelio, Jesús les abre su corazón.
Estas palabras no solo tienen sabor a despedida, sino a intimidad y confianza; algo así como «un testamento», resumen de sus tres años de predicación, que no quiere que se les olvide. Lee el evangelio de hoy con esa misma disposición interior con que el Maestro lo pronunció.
En el corazón de muchos cristianos hay una nostalgia: «si yo hubiera vivido allí… Si yo hubiera coincidido con Jesús por las calles de Jerusalén o Cafarnaún… Si hubiera podido hablarle, tocarle o mirarle…». El Señor nos conoce, por eso promete a sus discípulos quedarse con ellos —con nosotros— hasta el final de los tiempos, y les enseña el modo adecuado para tratarle. Aprendamos.
«Ha llegado su “hora”. Por última vez, Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no estará físicamente en medio de ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un modo nuevo, y así dar mucho fruto. Todos podemos estar unidos a Jesús de un modo nuevo. Si, por el contrario, uno perdiese esta comunión con Él, esta comunión con Él se volvería estéril, es más, dañina para la comunidad.
Y para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar unidos a Él, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos, y dice así: “Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros, los sarmientos”. Con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, estar unidos a Él, aunque no esté físicamente presente.
Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y, a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él»[37].
Sin Él no podemos hacer nada; san Pablo recordará en una de sus cartas el mismo principio: «en él somos, nos movemos y existimos». Querer estar junto a Él es la única clave de éxito de nuestra vida y condición necesaria para estar cerca de los demás.
Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 1-8)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: –Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://lacrestadelaola2028.blogspot.com
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