Estas palabras fueron confirmadas con una muerte tan atroz como injusta e infamante. "Maldito quien cuelga de un palo" (Deut 21, 23). El empeño por parte de los judíos de que fuera Pilato quien le condenara a muerte tenía probablemente este objetivo: que la memoria de Jesucristo fuera maldita en el corazón de su pueblo.
Sin embargo, este drama en el que la malicia humana y el Amor de Dios llegan al colmo, crea un orden nuevo: Dios saca de este gran mal el bien supremo de la Redención del mundo. La Cruz de Cristo, a la que nos invita a mirar la Liturgia de este Viernes Santo, se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva (Cfr Jn 7,37-38).