La ONG austriaca, que ayuda a menores de 134 países, se impone en su segundo año como finalista a las otras 32 candidaturas internacionales.
Aunque la exjugadora del combinado nacional de baloncesto Amaya Valdemoro colabora con diversas entidades sociales, hay una por la que siente «especial inclinación y cariño, Aldeas Infantiles SOS, una de las mayores ONG de apoyo directo a la infancia vulnerable». La organización toma el deporte como valor inclusivo en la integración y el estímulo del desarrollo personal del niño, motivo tal vez por el que Amaya se sintió abocada a presentar esta candidatura al Premio Princesa de Asturias de la Concordia por segunda vez.
El año pasado no pudo ser. Recayó en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. En esta ocasión sí, el portavoz del Patronato de los galardones, que dio a conocer ayer el presidente asturiano y del jurado Javier Fernández, telefoneó al presidente de Aldeas Infantiles en España y le comunicó la buena nueva.
«No nos lo creemos. Nos ha pillado totalmente desprevenidos», responde a ABC Pedro J. Puig Pérez, presidente de la ONG en España desde 2012, y antes director de una de las ocho aldeas que esta ONG tiene en el país, la de Cuenca. Puig se congratula por haberse impuesto a las otras 32 candidaturas de 20 nacionalidades diferentes que optaban al reconocimiento en esta XXXVI edición y porque la recepción del premio será el mejor aperitivo a la celebración del cincuenta aniversario de la ONG en nuestro país (1967-2017).
Crecer con respeto y amor
El próximo octubre, Pedro J. Puig acompañará en Oviedo al presidente mundial de la ONG, el indio Siddhartha Kaul, que recibirá el premio en representación de los 134 países por los que se proyecta la red de ayuda de la ONG austriaca. El jurado remarcó ayer que el galardón obedece a la contribución durante 67 años a la protección de los niños. No en vano, la organización crea hogares para pequeños que se han quedado sin padres en todo el mundo. En palabras de Kaul, «el premio refleja la necesidad de un movimiento para asegurar que cada niño pueda crecer con amor y respeto»
.
El acta del jurado también resalta que «los principios pioneros de esta organización cobran aún mayor vigencia en momentos en los que los conflictos internacionales ponen en especial riesgo» a los niños, los más indefensos de tragedias, catástrofes naturales y guerras, como ocurre en Siria. O como acaeció en diciembre de 2004, cuando, pasado el gran tsunami, Kaul se puso al frente del comando empeñado en reconstruir cientos de vidas sacudidas por la corriente.
Esos principios distinguidos pivotan en cuatro ejes: crear un entorno familiar protector, el apoyo de redes familiares y sociales, y la toma de decisiones siempre basadas en el interés superior del niño. Enseñan a los pequeños a dotarse de las herramientas para emprender acciones determinantes que afecten a su vida, sintetizan en la entidad.
La visibilidad del premio
Hoy es Siria, pero también lo es Serbia, Sri Lanka, la África subsahariana o España, porque al decir del responsable internacional de la ONG, «con independencia de donde se encuentran, cada niño que se convierte en una persona joven y exitosa nos acerca a nuestra misión. Trabajamos directamente con cada uno de ellos». Es esta la particularidad de la ONG de ayuda a la infancia, privada y sin ánimo de lucro, que sigue su andadura merced a la colaboración de miles de donativos de particulares y empresas.
En España, desgrana Puig, más de 300 entidades y unos 300.000 ciudadanos sostienen las ocho aldeas y 17 centros de día en los que trabajan mil profesionales y casi 400 voluntarios. «El premio es estupendo si consigue dar visibilidad a la vulnerabilidad de los niños», añade Puig. Y esa existe, con diferencias propias de cada cultura, en un sinfín de países.
Un niño derivado por los servicios sociales llega a una aldea infantil sin nada que llevarse a la boca o sin un libro de texto del que aprehender conocimientos. La transformación que experimentan es total. Se les acompaña y se les asesora psíquica y emocionalmente. Pero, sobre todo, se les ofrece una familia, un hogar estable y una formación sólida. Porque el lema con cada uno de ellos, repiten en la ONG, es el mismo que inspiró la fundación de la organización internacional en 1949, el de Mahatma Gandhi: «El futuro depende de lo que hacemos hoy».
Dicho nacimiento se produjo 67 años atrás, tras la Segunda Guerra Mundial. El estudiante de medicina austriaco Hermann Gmeiner (19191986) crea la primera aldea en su localidad natal, Imst, en la región de Tirol, donde hoy radica la sede de la ONG. Gmeiner había sido testigo del sufrimiento incontable de los huérfanos de la guerra y decidió comprometerse para conseguir una comunidad de apoyo a los jóvenes. Es el germen de una red de hogares que trabajan a largo plazo con niños huérfanos o abandonados. Una viuda de guerra se ponía al frente de las primeras aldeas y acogía a cada pequeño como si fuese suyo propio.
Una idea vertebra –entonces y casi siete décadas después– el proceso de acogida y es la de nunca separar a los grupos de hermanos biológicos. Y así comienzan a articularse las denominadas «familias SOS», entornos donde un «padre», una «madre», o ambos acogen a niños, crean lazos de una afectividad que adolecen y les brindan la ayuda personalizada en pro de su desarrollo. No faltan educadores, psicólogos y un equipo multidisciplinar para alcanzar ese objetivo.
A partir del año 1955, la telaraña de ayuda ya se ha establecido en Europa, Iberoamérica y Asia. Hoy son más de 570 aldeas infantiles, 1.880 centros (entre residencias, colegios y hospitales) y 2.300 proyectos sociales y programas desarrollados por la organización los que atienden a más de medio millón de niños e impulsan los tratamientos médicos de otros 725.000 pequeños.
En clave doméstica, el presidente
de Aldeas en España reconoce que el galardón colocará a la infancia en el centro del foco mediático, lo que no está de más en plena tormenta política. Puig se muestra quejoso de que los partidos la estén ninguneando en la agenda política si quieren construir una sociedad mejor. «El pacto de PP y Ciudadanos sí mencionó que implementaría el Pacto por la Infancia que les pedimos decenas de ONG, pero es necesario que se blinde la protección futura de los niños como si fuese el Pacto de Toledo con las pensiones, que haya una partida presupuestada en las cuentas generales del Estado y nunca se toque», reseña.
«La ONG está evolucionando igual que la sociedad española. El perfil de los niños que necesitan ayuda es distinto y nos hemos tenido que adaptar a las exigencias. El ámbito de actuación más importante ahora no son las ocho aldeas, sino los programas de prevención a los hijos de familias en situación de riesgo». «Aunque parezca mentira, hay muchos niños pobres en España (un 35% están en el umbral de la pobreza infantil, de acuerdo con las cifras oficiales) y un país como el nuestro no se lo puede permitir. Tenemos que protegerles. Sus padres han perdido un puesto de trabajo y la vida los ha convertido en vulnerables», se duele Puig. A juicio del presidente de Aldeas, la crisis económica ha hecho mella y a estos programas preventivos ya dedican la mitad de todos los profesionales de la ONG.
abc.es
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