La cumbre en Bratislava de los veintisiete jefes de Estado y de gobierno de la UE –todos menos Theresa May– era una oportunidad para relanzar el proyecto europeo, tras el mazazo del Brexit. Pero el enfoque demasiado pragmático que se ha impuesto en la reunión deja en evidencia la falta de acuerdo en torno a una visión más amplia de la UE, que inspire su agenda política.
El antecedente de esta cumbre informal –cuyas decisiones no son vinculantes– está en la reunión que mantuvieron los Veintisiete el pasado junio, pocos días después de la victoria del Brexit en el referéndum británico. Los dirigentes europeos acordaron entonces iniciar una reflexión sobre lo que estaba yendo mal en la UE y sobre los posibles remedios. El debate empezaría en Bratislava y acabaría en marzo de 2017, coincidiendo con el 60º aniversario del Tratado de Roma.
Reflexión exprés
Pero lo cierto es que la cumbre de Bratislava ha dejado bastante “zanjado” el debate. Los Veintisiete dedicaron la mañana del 16 de septiembre a hacer un diagnóstico sobre las múltiples crisis que atraviesa la UE; en el almuerzo, durante un paseo en barco por el Danubio, se centraron sobre todo en la interpretación del Brexit; la sesión de trabajo de la tarde sirvió para definir las prioridades de la UE para los próximos meses. El resultado fue la aprobación de la Declaración de Bratislava y una hoja de ruta.
La idea de recuperar la confianza de los ciudadanos a través de acciones tangibles es el nuevo mantra que hoy repiten destacados dirigentes de la UE
Hay que suponer que los Veintisiete llegaron a esta cumbre con los deberes avanzados. Así lo sugiere la actividad desplegada desde mediados de agosto por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien ha ido consultando sobre la reunión a todos los dirigentes europeos. Pero habría que preguntarse si la apretada jornada del viernes 16 está la altura del proceso de reflexión que quiere abrir el Consejo.
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, cree que no: “Si queremos pasar la tarde escribiendo documentos sin alma ni horizonte, lo pueden hacer desde casa”, dijo en una entrevista publicada el domingo en el Corriere della Sera. “No sé a qué se refiere Merkel cuando habla del ‘espíritu de Bratislava’. Si las cosas siguen así, en vez del espíritu de Bratislava estaremos hablando del fantasma de Europa”.
Para Renzi, esta reunión tenía que ser un “punto de inflexión” para la UE. Pero, al final, ha sido más de lo mismo: “Alguien plantea cuestiones de fondo, serias. Y otros responden con el maquillaje de los documentos” para dar la impresión de que “todos estamos de acuerdo”.
Repensar la identidad europea
Las duras críticas de Renzi, eclipsado por el protagonismo que han tenido en la cumbre Merkel y Hollande, apuntan a un movimiento de fondo: frente al desencanto con la UE, va calando la idea entre algunos dirigentes europeos de que más que un debate sobre los ideales que inspiran –o deberían inspirar– Europa, lo que hace falta es más pragmatismo. Claudi Pérez, corresponsal de El País en Bruselas, sintetiza así la idea fuerza que se impuso en la cumbre de junio: “Basta de grandes discursos y de generar enormes expectativas, es la hora de hacer funcionar el proyecto con decisiones concretas”.
El primer ministro italiano, Matteo Renzi, critica los textos “sin alma ni horizonte” aprobados en Bratislava
La idea de recuperar la confianza de los ciudadanos a través de acciones tangibles es el nuevo mantra que hoy repiten destacados dirigentes de la UE, desde Merkel a Tusk. De ahí que la hoja de ruta aprobada en Bratislava insista en presentar “medidas concretas” en cuatro áreas: el control de la inmigración ilegal, la lucha contra el terrorismo; la política de seguridad exterior y defensa; y la reactivación económica, sobre todo de los jóvenes.
Se podría pensar que este enfoque pragmático es el mismo que tenían en mente los padres fundadores de la UE cuando se propusieron impulsar la integración europea a través de “realizaciones concretas”, como la puesta en común de las producciones de carbón y de acero (ver la Declaración Schuman, 9-05-1950). Pero en la Europa unida que proyectaron aquellos políticos había espacio también para los ideales, como recordó a finales de 2014 el Papa Francisco en sus discursos al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa.
El mismo día que los mandatarios europeos se reunieron en Bratislava, Jacques Delors, expresidente de la Comisión Europea, pidió desde las páginas de Le Monde “un debate existencial sobre el modo de volver a los valores que fundaron Europa”. Ante la actual “crisis de identidad europea”, la UE tiene que demostrar, en efecto, “que no está paralizada” y debe adoptar medidas a favor de los derechos humanos, la igualdad, el desarrollo, el cambio climático… Pero eso no significa renunciar a un debate que puede atraer la atención de los jóvenes.
La Declaración de Bratislava, aprobada por los Veintisiete, abre la puerta a que el proceso de reflexión que debería haber iniciado esta cumbre se produzca todavía. Y así, menciona la necesidad de mejorar la comunicación con los ciudadanos y de ofrecerles “en los próximos meses la visión de una UE atractiva que pueda inspirarles confianza y ganar su apoyo”. Previsiblemente, de aquí a marzo de 2017 cabe esperar alguna campaña que insista en esa visión.
aceprensa.com
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