El próximo 7 de mayo, los franceses optarán, según la interpretación común, por el populismo nacionalista o por el europeísmo liberal. La eventual victoria de Marine Le Pen se asignaría a la serie formada por el Brexit y la elección de Trump. Si gana Emmanuel Macron, se vería confirmada la reacción contraria iniciada en los Países Bajos cuando Rutte ganó a Wilders. Pero, en cada caso, los electores votan pensando en su país, y si se comparan los programas de los dos aspirantes a presidente de Francia, se observan diferencias en muy diversos temas.
El contraste más notorio entre los dos aspirantes a la presidencia está en la idea de Francia y Europa. Le Pen es marcadamente nacionalista, mientras Macron es el más europeísta de todos los candidatos, incluidos los nueve descartados en la primera vuelta.
Le Pen quiere sacar a Francia del euro y del área Schengen, y convocar un referéndum sobre la salida de la UE (y dimitiría si el resultado fuera a favor de permanecer). Macron propone reforzar la zona euro, dotándola de sus propios presupuesto, parlamento y ministro de finanzas; está decidido también a relanzar en Francia el proyecto europeo, recuperando la adhesión de la gente mediante conferencias públicas.
Otro motivo de antagonismo en política exterior es Rusia. Le Pen quiere un acercamiento, del que además espera una eficaz alianza contra el Estado islámico, y no pone reparos a la anexión de Crimea. Por el contrario, Macron es partidario de mantener las sanciones a Rusia hasta que esta cumpla los acuerdos Minsk II.
Los franceses, primero
Le Pen proclama “los franceses, primero”, y para ella la inmigración supone un peligro, mientras Macron la considera una oportunidad, sobre todo la llegada de estudiantes de otros países. Le Pen reduciría la cuota anual de inmigrantes de 200.000 a 10.000, eliminaría el derecho a la nacionalidad francesa para los nacidos en Francia de padres extranjeros (ius soli), suprimiría la ayuda estatal para gastos médicos de los extranjeros en situación irregular y recortaría otras prestaciones sociales a los inmigrantes.
Por su parte, Macron pone el acento en favorecer la integración de los inmigrantes, así como en cumplir el compromiso de acoger a la parte correspondiente de refugiados, buscando a la vez la cooperación entre todos los miembros de la UE. Y mantendría el ius soli.
La prioridad para los franceses que promete Le Pen aparece en otros puntos de su programa. Propone excluir a los extranjeros de los subsidios sociales para personas de escasos recursos (Revenu de Solidarité Active o RSA), dar preferencia a los nacionales en el acceso a viviendas de protección oficial, gravar los contratos laborales a extranjeros e implantar medidas proteccionistas en el comercio exterior. También es contraria al régimen para trabajadores desplazados vigente en la UE, por el que una empresa puede tener empleados de un país trabajando en otro y pagar las cotizaciones sociales, más bajas, exigidas en el de origen; lo que para ella y otros muchos, es competencia desleal contra los trabajadores nacionales.
En cambio, Macron cree en el comercio internacional y en la libre circulación de mano de obra. En cuanto al RSA, propone simplificarlo, reduciendo las diez categorías de ayuda actuales a una sola; y en cuanto a las viviendas sociales, solo dice que se construyan más.
El liberal y la protectora
Hay diferencias entre los dos candidatos que no responden a la oposición entre nacionalismo y europeísmo, sino a la actitud más liberal de Macron frente al “instinto protector” de Le Pen. Así, ella quiere adelantar la jubilación de los 62 a los 60 años, abolir la reciente reforma laboral —un tanto liberalizadora–, instaurar una “prima de poder adquisitivo” para los pensionistas o trabajadores de bajos ingresos que han sufrido una baja del nivel de vida desde la crisis de 2008.
Familia
Sobre temas de familia, infancia y vejez, Le Pen tiene más propuestas que Macron. Ella restablecería las prestaciones familiares universales desde el primer hijo, que tras las últimas reformas se fijan en función de los ingresos y empiezan con el segundo. Sustituiría el matrimonio homosexual por un PAC (unión civil) “mejorado”. No se opone al aborto legal, pero ha criticado que se haya “trivializado” al ser practicado sin motivo grave. Instauraría la atención a los ancianos y dependientes como nuevo ámbito de cobertura de la Seguridad Social (junto a los cuatro existentes: enfermedad, accidentes laborales, retiro o viudez, y necesidades familiares).
Una debilidad de estas propuestas sociales de Le Pen es que tendrían un costo total elevado. Ella promete no subir los impuestos y dice que se financiarían, principalmente, combatiendo la evasión fiscal y con el ahorro de fondos que ahora se destinan a la UE o a los inmigrantes. Muchos creen que en eso es poco realista.
Por lo que atañe a las personas dependientes, la idea de Macron es reforzar la formación y los derechos de los cuidadores. De los otros asuntos dice poco. Contra la opinión de su rival, quiere permitir el recurso a la procreación asistida a todas las mujeres (la ley vigente lo reserva a parejas estériles o con riesgo de transmitir enfermedades). En cuanto a la maternidad subrogada, por una parte pretende promover una prohibición internacional, y por otra, que Francia reconozca como padres a quienes han conseguido un niño por ese método en el extranjero.
De educación, poco
En educación, ninguno de los dos candidatos tiene grandes ideas. Macron ampliaría el acceso a guarderías y escuelas infantiles, y rectificaría la reciente reforma de la primera etapa de secundaria, que suprimió las clases bilingües, el latín y el griego. Para este nivel de enseñanza, la reforma que revocaría Le Pen es mucho más antigua, pues restauraría la diversidad de itinerarios (unos, orientados a la enseñanza superior o técnica; otros, a la formación porfesional), que se abolió en los años cincuenta del siglo XX. Y en todas las etapas, daría prioridad a la enseñanza de la lengua y la cultura francesas.
Otras cuestiones sociales separan a Macron y Le Pen. Por ejemplo, él legalizaría la posesión y consumo de pequeñas dosis de cannabis, pero ella mantendría la prohibición.
Laicidad
En un tema típicamente francés, Le Pen es la más laicista de los dos: extendería la prohibición de los signos religiosos “ostensibles” a los lugares de trabajo y haría más estricta la separación ente el Estado y las confesiones religiosas, para que nunca se destinaran fondos públicos a lugares de culto ni a actividades relacionadas con el culto. Macron dejaría las leyes sobre laïcité como están.
Un tema más de interés para los franceses es la regeneración de la vida política. Macron recortaría el tiempo que el Parlamento dedica a tramitar leyes para que se ocupe más de evaluar y vigilar la actividad del gobierno. Le Pen restablecería el mandato de siete años para el presidente, pero sin posibilidad de repetir, e instauraría los referendos de iniciativa popular, respaldados por al menos medio millón de electores. Además, limitaría a tres los mandatos consecutivos en cualquier cargo público, prohibiría a parlamentarios y ministros emplear a parientes, y a los primeros, ejercer de consejeros para entidades privadas. Y, naturalmente, implantaría el sistema electoral proporcional, en vez del mayoritario, que perjudica a su partido.
Como se ve, Macron y Le Pen llevarían a Francia por caminos opuestos. Él mantendría el compromiso con la UE e implantaría una cierta liberalización, con menos estatismo; ella imprimiría un movimiento centrípeto y enfocaría las políticas sociales a los perjudicados por la globalización. Pero lo que en efecto logre hacer quien de los dos gane la votación del 7 de mayo, dependerá en gran parte del apoyo parlamentario que tenga. Y eso se verá después de las elecciones legislativas del 11 y el 18 de junio.
aceprensa.com
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