Stefan Löfven, Xavier Bettel, Paolo Gentiloni y Jean-Claude Juncker |
El movimiento «NoMo» («No Mother») se ha instalado en la política europea. La canciller Angela Merkel y la británica Theresa May forman parte de este grupo de mujeres que no tienen hijos y que no quieren ser juzgadas por ello.
Que una mujer no quiera ser madre ya no sorprende a nadie, ni es un contrapunto a la sociedad actual. De hecho, se llega a considerar algo «lógico» entre aquellas que ocupan puestos directivos, pues todavía rige el planteamiento machista de que, más que por convicción propia, han aparcado la maternidad para llegar alto a su carrera profesional.
Lo que sí extraña, por inusual, es que este fenómeno haya traspasado la barrera de género en la profesión política de alto nivel. Es demasiada casualidad que, junto a Merkel y May, sus colegas el presidente francés Emmanuel Macron, el holandés Mark Rutte, el italiano Paolo Gentiloni, el sueco Stefan Löfven, el de Luxemburgo Xavier Bettel y el presidente de la Comisión Europea Jean- Claude Junker hayan decidido no tener descendencia.
La anécdota que cuenta Jorge Lozano, catedrático de Teoría de la Información, puede dilucidar la razón. Recuerda que hace no mucho, en un viaje al Observatorio Astrófisico de la isla de Palma, escuchó que Stephen Howking, que recientemente había visitado el lugar, «se mostró preocupado, no por el origen del mundo ni la teoría del Big Bang, sino porque sospecha que la Tierra puede tener sus días contados». Quizá es por esto que May, Merkel o Macron, hayan decido no tener descendencia. Dice Lozano con irónia que «tienen la certeza de que, como dicen los ‘Sex Pistol’, ‘‘there is no future”». O si lo hay, como escribe el filósofo alemán Rüdiger Safranski, quizá estos políticos no tengan demasiado interés en él: «Para quienes carecen de hijos, pensar en términos de generaciones por venir pierde relevancia. Por tanto, se comportan cada vez más como si ellos fueran los últimos y se ven a sí mismos como situados al final de la cadena».
El último en sumarse a esta lista de líderes sin descendencia fue Emmanuel Macron. Cuando el candidato al Elíseo saltó a la palestra mediática, los focos se centraron en el inusual matrimonio que forma con Briggite Trogneux. La enorme diferencia de edad entre ambos –él roza los 40 años y su esposa ya ha cumplido los 64– fue un filón inagotable de críticas para los ultraderechistas, con quienes se jugaba la presidencia. Macron no tiene hijos, ni se espera que los tenga dada la edad de Brigitte, pero se enorgullece de que los niños que ella tiene de una relación anterior le llamen «daddy» y de la familia poco convencional que forman. «Nos habla de futuro y no tiene hijos», le acusó Jean Marie Le Pen para señalar la paternidad como valor político necesario para gobernar un país.
Pero, como se ha demostrado con la victoria de Macron, «en Europa se ha superado el modelo de familia tradicional, la diferencia se ha normalizado y los políticos ya no tienen que jugar esa baza para obtener apoyo electoral», apunta el sociólogo de la Universidad de Navarra (UNAV) Alejandro Navas. No obstante, hay países donde tener una familia sí supone un extra de votos. Es el caso de EE.UU, un país fuertemente arraigado al modelo de familia tradicional. Allí, la decisión voluntaria de no tener descendencia se ve como un ferviente egoísmo que evita dedicar una parte vital a otra persona. Tanto que, se atreven a acusar de inepto al político sin hijos, en aras de una menor preocupación por ese futuro de la nación.
Que los grandes dirigentes europeos no tengan hijos puede reflejarse en sus políticas de gobierno, según apunta Navas. «Seguramente, en los referente a las medidas sobre la sexualidad, familia, etc... haya una especie de conexión entre la biografía de los actores políticos y sus ideología y, por ende, sus medidas de gobierno». Y en ese sentido explica varios ejemplos. «El canciller Gerhard Schröder (SPD) y Joschka Fischer (de los verdes), que formaron coalición de gobierno en Alemania, sumaban ocho matrimonios. Y cero hijos. No es descabellado pensar que hay una conexión clara entre ellos y la política familiar que impulsaron, que mostró una total falta de aprecio al modelo de familia tradicional».
Junto a la conexión biógráfica de los líderes sin hijos con sus medidas de gobierno, «hay que tener en cuenta la hostilidad de la izquierda por el modelo de familiar convencional y la indiferencia de la derecha hacia ella». Factores, asegura Navas, que no ayudan a frenar el declive demográfico de Europa: En Francia se tienen 1,99 hijos por mujer, en Alemania 1,39, en Reino Unido 1,83. y en España 1,27, todos ellos muy lejos de los 2,01 necesarios para garantizar el relevo generacional.
Pero ¿a qué se debe este cambio en el modelo de familia de los líderes europeos?
Quizá renunciar a la paternidad o la maternidad sea para ellos un sacrificio por la nación, remitiendose a las palabras de Nelson Mandela, quien dijo que «los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por su pueblo». Para el sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) Julio Iglesias,se debe más a un cambio generacional acorde a la sociedad en la que vivimos. «No sólo los políticos no tienen hijos. Este hecho afecta a miles de personas, que por temas laborales, dilatación en el tiempo de los estudios, formalización de la pareja... se ven obligados a retrasar el momento o aplazarlo de manera definitiva. Y cuando hablamos de una carrera política esto se acentúa», declara. A esto hay que sumar otro escollo de los que se dedican a la política para tener desencencia. «Atrás quedaron los tiempos de Churchill en los que la jornada política cesaba a las 17:00 para dedicarse al ocio», apunta el sociólogo de la UCM. Y añade: «La vida de los mandatarios está en el punto de mira las 24 horas del día y hay que estar en alerta en todo momento».
Elena Genillo/ Xelena Niedbala.
larazon.es
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