Sobre el matrimonio de menores, una buena noticia: según datos de 2014 –disponibles en un informe del Banco Mundial–, su incidencia se ha reducido en un 11% en los últimos 30 años. Pero, en términos absolutos, el número de menores que son empujados al matrimonio –chicas fundamentalmente– es hoy mayor que tres décadas atrás.
El matrimonio precoz es la norma en algunos países pobres. Níger es el líder mundial: el 76,8% de las mujeres de 18 a 22 años se ha casado antes de los 18. También tienen tasas altas Nepal (38,5%) y Uganda (36,5%).
La investigación, Impactos económicos del matrimonio infantil, en la que ha participado además el Center for Research on Women (ICRW) y que ha sido financiada por la Fundación Bill & Melinda Gates, pone el foco en una arista concreta del fenómeno: la huella que supone, para sus vidas y para el desarrollo de sus sociedades, el que tantas chicas queden tan tempranamente comprometidas, y aventura qué provecho concreto pudieran sacar del cese inmediato de dicha práctica los países en desarrollo que han sido objeto de análisis.
Para la institución internacional, el matrimonio precoz viene a configurarse como una de las causas de la perpetuación de la pobreza y de la crónica falta de oportunidades, en perjuicio también de la sociedad entera.
El matrimonio precoz pone fin a la educación de las chicas y fácilmente las pone en una relación muy desigual, con una fuerte subordinación a un marido adulto.
Por otro lado, el embarazo de una menor de edad, sobre todo en las condiciones sanitarias de los países donde se dan los matrimonios precoces, supone un importante riesgo adicional. En efecto, en los países analizados, tres de cada cuatro partos prematuros son de adolescentes casadas. Según la OMS, el nacimiento prematuro es, con el 16%, la primera causa de muerte de los niños en el primer mes de vida, y una circunstancia frecuente (17,8 de cada mil casos) en los que mueren antes de cumplir 4 años. En suma, para los hijos de madres menores de 18 años, el riesgo de muerte se incrementa un 3,5% sobre la media.
Más formación
En los aspectos social y económico, el informe estima que si se aboliera el matrimonio precoz, las mujeres obtendrían una mejor remuneración y ganarían en productividad, porque recibirían más formación.
Ciertamente, la prolongación de la vida escolar de las chicas supondría más gastos del Estado en educación. Pero esos costos serían pequeños en comparación con los beneficios que aportarían los mayores resultados educativos de las chicas, ya con la perspectiva de un trabajo con salario.
El informa insta a abolir el matrimonio de menores. Pero la reforma legal no cambiaría por sí sola las condiciones sociales que favorecen esta práctica.
Pobreza
La pobreza es una de las principales. En ocasiones, casar a una chica y enviarla con su marido significa tener en casa una boca menos que alimentar. En otras, donde existe al menos una tímida disposición de darles educación, son las circunstancias de pobreza no ya del hogar, sino del contexto general, las que marcan la pauta.
Así, por ejemplo, la deficiente infraestructura pública puede abocar a las chicas a abandonar las clases. Señala el informe que “la falta de instalaciones sanitarias adecuadas para las chicas en su período menstrual puede obstaculizarles continuar con su educación. (…). Las escuelas secundarias a menudo son menos accesibles geográficamente para ellas. El transporte de ida y vuelta a la escuela puede costar un dinero que no tienen ni las jóvenes ni sus familias. Esto también puede sacarlas de la seguridad de sus comunidades, pues transitan por aldeas y pueblos desconocidos, algo que sus familiares no aprueban”.
Hay otro factor que empuja al matrimonio precoz pero no está incluido en la investigación del BM. Las guerras, con su secuela de desplazados, han hecho del matrimonio infantil una tabla de salvación para las familias que han caído abruptamente en el desarraigo y en la asfixia económica.
En los campos de refugiados sirios del Líbano, por ejemplo, el UNICEF ha registrado un incremento de los enlaces de chicas menores de 18 años: si en 2011 eran el 12% del total de parejas en esos enclaves, en 2013 pasaron a ser el 25%. La cadena británica BBC cita igualmente las cifras del Departamento de Justicia Islámica de Jordania, que habla de un 35% de matrimonios infantiles entre los desplazados sirios en ese país, algo también común en los campamentos del Líbano o Turquía.
El argumento más común de los familiares es que, al casarlas, las libran de sufrir ataques sexuales en esos sitios. Pero también puede tratarse de un intercambio de las jóvenes por dinero u otros bienes. Más tarde, si las parejas llegan como refugiados a Europa, donde los matrimonios de menores son nulos, se producen verdaderos embrollos policiales y judiciales, en los que unas veces prima la ley del país receptor y en otras el punto de vista de un juez que se opone a separarlos porque su unión es legal en su país de origen.
aceprensa.com
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