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sábado, 4 de febrero de 2017

Antídoto juvenil contra el veneno yihadista

En abril de 2016, una bomba estalló en un templo sij en la ciudad alemana de Essen y las autoridades atraparon muy rápidamente a los culpables: tres adolescentes vinculados al salafismo, una corriente del islam (ver recuadro). La nota curiosa es que uno de ellos, Yusuf T., de 16 años, ya estaba asistiendo a un programa de desradicalización, y al parecer con bastante éxito. Un éxito fingido.
Según un reportaje de The Wall Street Journal que cita a investigadores germanos, Yusuf, metido en el ajo islamista ya desde los 14 años, había estado emitiendo señales de rehabilitación falsas mientras acudía al programa Signpost, en el que los jóvenes son atendidos por un monitor con buenas conexiones en el barrio y en sintonía con la familia y la escuela. El chico pasaba olímpicamente de todo lo que se hablaba allí y se mantenía muy activo en un grupo de WhatsApp denominado “Seguidores del califato islámico”.
Además, y como el individuo es “él y su circunstancia”, el contexto del joven tampoco ayudaba demasiado: vivía en un barrio de inmigrantes con un índice de desempleo bastante superior a la media en Gelsenkirchen (Renania del Norte-Westfalia). Sus amigos eran fundamentalistas, y un conocido predicador salafista de la zona había tenido el suficiente tiempo para adoctrinarlo y hacerlo refractario a todo lo demás.

El caso de Yusuf no tiene que ser el botón de muestra de una presunta ineficacia de los programas para desmontar los esquemas del yihadismo. Pero si, como señala el jefe de la oficina renana de Protección a la Constitución, Burkhard Freier, Signpost pretende “mantener a los salafistas o a los jóvenes islamistas lejos del escenario de la radicalización”, hay otras iniciativas encaminadas a evitar que ni siquiera el tufo de esa opción pase por las narices de los jóvenes inmigrantes de primera o segunda generación.

Un apoyo cercano y auténtico

La alternativa –o complemento, si se quiere– al Signpost tiene un nombre ilustrativo: Giro de 180° (180-Grad-Wende), y lo ha creado, en la también renana Colonia, Mimoun Berrissoun, un joven sociólogo alemán de padres marroquíes, nacido en un barrio humilde, Kalk, donde el paro supera el 40%.
La idea de Berrissoun es atajar la frustración que ocasiona a muchos de sus pares encontrarse las puertas cerradas debido a los prejuicios y a la tendencia a identificar islam con terrorismo. Así surgió el programa, en el que él y su grupo de voluntarios no son una mano extraña que desde afuera pone las cosas en su sitio, sino “uno de los nuestros”, por tanto, un apoyo cercano, confiable.
La iniciativa cuenta, eso sí, con el patrocinio de varias instancias gubernamentales, como el Ministerio de Familia, Mujer y Juventud; los ayuntamientos de Colonia y Bonn, y la policía del estado federado, entre otras. Hasta el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, coopera con Giro de 180°. Pero los que están a pie de obra son jóvenes de diferentes nacionalidades que reciben formación para detectar el menor signo de fundamentalismo –si la persona cambia de lenguaje, si empieza a consumir cierto tipo de drogas, o a ver vídeos violentos– y que aprenden cómo reconducirlo.
Los monitores se integran en una red y se despliegan allí donde los adolescentes corren el mayor riesgo de radicalizarse, como los equipos de fútbol, las mezquitas y los centros comunitarios. Y como proceden de los mismos barrios y conocen el lenguaje, el estilo de vida y los problemas cotidianos, se erigen en voces que los adolescentes y jóvenes escucharán con mayor atención.
El apoyo, sin embargo, no es etéreo: ayudan concretamente a los chicos a buscar trabajo, a cuidar de su salud mental, a seguir adelante con su educación; se les informa sobre las ofertas para jóvenes en la ciudad, se les ayuda a redactar sus currículums… Y claro, con un doble objetivo: promover social y económicamente a las personas vulnerables, y evitar que “los malos” las tienten por caminos más peligrosos.

¿Yihadista real o adolescente provocador?

El “valor añadido” del trabajo de Giro de 180° radica en buena medida en que, al involucrarse voluntarios jóvenes y con trasfondo inmigrante, son capaces de llegar allí donde otros –quizás más expertos y con más medios, pero sin la suficiente conexión emocional y cultural– lo tienen más difícil. Los de Berrissoun pueden detectar lo que a los muchos especialistas les pasaría inadvertido.
Esa es precisamente una pega que pueden tener otros programas, coordinados “desde arriba”: que solo cuando estalla la bomba se comienza un proceso para tratar de entender por qué ocurrió, si el chico “progresaba adecuadamente“. “En general, es difícil medir cuán bien está funcionando la labor de prevención, porque la única señal de su éxito es que no sucede nada”, explica a Deutsche WelleJens Ostwaldt, especialista en desradicalización en el estado federado de Baden-Württemberg. Ahí, en esa calma aparente, pueden ser muy útiles los ojos y oídos de los voluntarios.
Por otra parte, si positiva puede ser la prevención, también lo es desarrollar un olfato que distinga dónde hay problemas potenciales y dónde no, pues en ocasiones las señales confunden. El adolescente es rebelde por naturaleza, dada su necesidad de ir afianzándose en su tránsito a la adultez, y se le da bien llamar la atención.
“Algunos signos se examinan inmediatamente a la luz del extremismo –apunta Ostwaldt–, pero muchos jóvenes lo que quieren es, simplemente, provocar una reacción. Ya nadie frunce el ceño cuando te vuelves punk o gótico, pero el salafismo o el Estado Islámico son todavía asuntos con los que puedes impresionar a los adultos. De modo que tenemos que entender que algunas de estas manifestaciones son simplemente un fenómeno de juventud”.

Para ayudar a discernir están, pues, los chicos de Berrissoun, que pudieran ampliar su presencia –hoy están en Bonn y Colonia– si tuvieran más recursos, pero que ya van haciendo algo, mientras Alemania se coordina para gestionar su reciente flujo de inmigrantes. Si el país tarda en modificar sus esquemas de integración, los eventuales descontentos –y los peligros– del futuro ya están ahí, y 180-Grad-Wende tendrá que seguir haciendo su labor de aproximación.
aceprensa.com

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