La "ley del talión", a la que tan proclive es el
amor propio cuando es herido, es condenada aquí por Jesús. El perdón en vez de
la venganza; el amor incluso al enemigo en vez del odio es, tal vez, una de las
enseñanzas de Cristo que nos resultan más difíciles de cumplir, pero que si,
con su ayuda, nos empeñamos nos situaremos cerca de la Bondad de Dios que "hace salir su sol sobre malos y
buenos".
¡Vivimos en una atmósfera tan distinta a esta cálida
benevolencia divina, que esta propuesta nos parece una bella pero imposible
utopía! ¡Es realmente sublime, pensamos, pero "poco práctico" porque
la vida significa luchar, competir, devolver golpe por golpe! ¡En cuántas
ocasiones nuestros gestos de comprensión y de condescendencia con las afrentas
ajenas han sido interpretados como síntoma de debilidad y son ocasión de
ulteriores abusos! ¡Así no se consigue nada!, decimos. Como no se logra nada es
devolviendo mal por mal, embistiendo como un toro furioso, ya que esto crea una
espiral de posturas enconadas cada vez más grande e infrenable.
El odio es nefasto, incluso para quien lo practica porque,
como un cáncer oculto, destruye su personalidad nublándole la inteligencia, lo
que le incapacita para distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira.
Y al incidir sobre los demás se hace contagioso, lo cual aboca a desanudar los
esfuerzos de años o siglos de trabajo armónico, destruyendo en muchos corazones
la esperanza en un mundo mejor.
Toda apelación al amor puede parecer lírica frente a la
sólida realidad de los conflictos familiares, académicos, laborales...Pero esa
impresión está lastrada por una situación personal en la que la esperanza
cristiana está dormida. Jesús no propone un apocamiento cobarde ante la
violencia, la sinrazón, la injusticia. Éso nos convertiría en cómplices.
Resistir a la injusticia no significa aprobarla. Significa combatirla con la
justicia aliñada con la caridad, que odia al pecado pero no al pecador. Ese
amor al enemigo no le quita la "lluvia y el sol".
No adoremos el altar de la venganza y el desquite, el
resentimiento y mal pensar. En ese altar no está Dios. Él está en la Cruz con
los brazos abiertos para acoger a todos y desea que nosotros nos apropiemos
esta lógica. Este amor que pasa por encima de actitudes inciviles, inhumanas,
es el que al verlo y sentirlo quienes nos tratan crean en Jesucristo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 5, 38-48)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: –«Habéis
oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os
digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en
la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para
quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una
milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo
rehuyas. Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás
a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los
que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que
hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo
también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
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