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martes, 28 de febrero de 2017

Fences

Troy Maxon es un antiguo jugador de béisbol negro, al que la guerra no hizo ningún favor, pues su carrera deportiva se fue al traste. Ahora se gana la vida como empleado municipal de recogida de basuras. Y acumula bastante frustración, que disimula acudiendo al alcohol y con mucha labia.
Aunque tiene una esposa adorable, Rose, minusvalora al hijo que tuvo en un matrimonio anterior, Lions, que se esfuerza por dedicarse a la música, y tampoco apoya al joven Cory, que querría seguir sus pasos deportivos, pero que es víctima de un rigorismo paterno que se diría en el fondo envidia pura y dura a su juventud.
El origen teatral del film no se intenta ocultar, aunque se airee la trama con la recreación de alguna calle de la ciudad, y el patio, la casa, un bar... a partir de cierto momento, Washington nos atrapa, hasta conducirnos a un clímax fantástico.
Fences, "vallas", nos habla de las barreras metafóricas que construimos como protección, pero que en el fondo nos aíslan y capitidisminuyen, al crear complejos de inferioridad y facilitar caminos depresivos. El autoengaño, la falta de comunicación, el escapismo, el rigor con los otros y no con uno mismo, forman parte de la personalidad de Troy, formidable Denzel Washington.

Aunque la que más sorprende interpretativamente es Viola Davis como su esposa, mujer fuerte, madre incluso con los que no son sus hijos de sangre, que ama aunque el otro le dé motivos sobrados para el rechazo, tiene algunas escenas sencillamente memorables.
El espectador está ante un texto maravilloso. Ante una penetrante radiografía humana. Ante unos actores que habitan en el territorio de los genios. Ante una película grande. (Almudí JD).

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