ACTUALIDAD

jueves, 9 de febrero de 2017

Hacia la sociedad sin moneda

¿En efectivo o con tarjeta? Ante la tradicional pregunta, los consumidores se están inclinando cada vez más por el dinero de plástico. Hasta el punto de que en algunos países ya ni dan la opción de pagar en efectivo en ciertas compras. Pero la sociedad sin moneda supone también restricciones de la libertad y de la privacidad, que suscitan inquietud.

Según la firma de investigaciones de mercado Euromonitor, 2016 ha sido el primer año en que los pagos de los consumidores en todo el mundo se han realizado más con tarjetas o apps (44,1%) que con efectivo (43%). Este cambio se debe en buena parte a que los chinos están adoptando masivamente las tarjetas, y a que otras economías emergentes utilizan cada vez más pagos con móviles para saltarse las carencias de sus sistemas bancarios.

Suecia: con el monedero vacío

Si hay algún país en el mundo que está más cerca de llegar a ser una sociedad sin dinero en efectivo, ese es Suecia. Según los datos del Banco Central, las transacciones en efectivo suponen solo el 2% del valor de todos los pagos realizados. En las tiendas, el dinero se utiliza solo en una de cada cinco transacciones, y los comerciantes están autorizados a aceptar solo tarjetas o pagos mediante apps. En Estocolmo no puedes comprar ni un billete de autobús ni de metro en efectivo.
El principal modo de pago son las tarjetas, que los suecos usan como media el triple de veces que los demás europeos. También se utilizan cada vez más las apps que permiten pagar a través del teléfono móvil. La más popular es Swish, desarrollada conjuntamente por los principales bancos, que permite transferir dinero de una cuenta bancaria a otra al instante. Hasta en las iglesias, en vez de la colecta tradicional, se pide a los parroquianos que hagan sus donativos a través de Swish.
Por no haber dinero no lo hay… ni en los bancos. Cerca de 900 de las 1.600 oficinas bancarias no manejan dinero en efectivo y muchas no tienen cajeros automáticos. Esto es un problema para los suecos de más edad y menos familiarizados con la tecnología, sobre todo en el norte rural. De ahí que la Organización Nacional de Pensionistas haya lanzado una campaña para que se asegure que los jubilados puedan depositar y retirar fondos de los bancos.

Suiza: apego a los billetes

Pero no hay que pensar que toda economía avanzada está marginando el dinero. Un país con un sistema bancario tan desarrollado como Suiza sigue mostrando un particular apego a los billetes, según datos del Wall Street Journal.
Es verdad que en Suiza el uso del dinero en efectivo ha bajado desde el 90% en 1990 hasta el 60% en 2015. Pero todavía está muy por delante de otros países en el valor de billetes y monedas en circulación por habitante: 9.214 dólares en 2015 frente a 3.571 en la eurozona y solo 872 en Suecia.
También tiene uno de los billetes de mayor denominación y de más alto poder adquisitivo del mundo, el de 1.000 francos suizos, mientras el Banco Central Europeo se está planteando dejar de producir el billete de 500 euros, que a su juicio facilita las actividades ilícitas.
Esta inclinación por el dinero en efectivo no se explica solo por la tendencia a la opacidad financiera. Hay que tener en cuenta que Suiza es un país de alta seguridad, donde el robo de dinero en efectivo es más improbable que el fraude por la piratería informática. También es un país predominantemente rural, acostumbrado a los tratos cara a cara.

La influencia del comercio electrónico

El auge del comercio online empuja también al pago con tarjeta. Las estadísticas de comercio electrónico indican que el 40% de los usuarios de Internet (unos 1.000 millones de personas) han comprado productos o servicios online, por ordenador, teléfono móvil, tablet. Cada vez más el consumidor se está acostumbrando a comprar todo tipo de cosas online, en plataformas como Amazon o la china Alibaba, o a comprar y vender a otros consumidores en eBay.
A esto se une el creciente desarrollo de los pagos digitales a través de apps, que permiten pagar fácilmente cantidades pequeñas por cada vez más servicios, desde el taxi a la música.

Para frenar las actividades ilícitas

La tendencia hacia una sociedad sin dinero es también alentada por las autoridades fiscales que quieren tener un mayor control de los movimientos monetarios para poner trabas al fraude fiscal y al blanqueo de dinero. Con este fin se está limitando cada vez más lo que se puede pagar en efectivo en una sola transacción. En España el tope estaba fijado en 2.500 euros, pero el gobierno ya ha anunciado que lo bajará a 1.000 euros, al mismo nivel que Francia o Portugal, mientras que en EE.UU. cualquier pago por importe de más de 10.000 dólares requiere notificación a la autoridad fiscal.
Suiza también es aquí una excepción. Presionada por las organizaciones internacionales que combaten el blanqueo de dinero, a principios de 2016 optó por un techo de 100.000 francos suizos (93.000 €). A pesar de ser tan alto, la medida dio lugar a un encendido debate parlamentario, pues cualquier restricción al pago en efectivo se considera un tema muy delicado, que pone en juego la libertad del ciudadano.

El banco en el teléfono

Un riesgo de la sociedad sin dinero es que excluya a los más débiles. En las ciudades donde las tarjetas de crédito o sin contacto se están convirtiendo en la norma, los vendedores ambulantes, pequeños comercios y los más pobres pueden quedar desconectados de la corriente comercial. Un vendedor ambulante no suele tener un datáfono. Un músico de la calle puede pasar la gorra, pero no le sirven las tarjetas. Muchos habitantes del Tercer Mundo no tienen una cuenta bancaria, pero casi todos tienen un teléfono. En tales casos, los pagos a través del teléfono pueden ser el mejor modo de que la sociedad sin dinero no sea excluyente.
Dave Birch, director de innovación de la firma británica Consult Hyperion, declara a The Guardian que sería perjudicial para los pobres que siguieran manejándose con dinero en efectivo: “Si dejas atrapados a los pobres en una economía con dinero en efectivo, tendrán que pagar más por todo, les será difícil acceder al crédito y estarán más expuestos a que les roben”.
El uso de los pagos por teléfono no es algo reservado a las economías avanzadas. De hecho están creciendo más rápido en los países en desarrollo, donde sirven a gente que no tiene acceso a la banca tradicional.
El mejor ejemplo es el de M-Pesa en Kenia (ver pág. 4), un servicio de transferencia de dinero por SMS que permite a los usuarios depositar y retirar fondos, transferir dinero a otros, pagar facturas y disponer así en la práctica de una cuenta bancaria en su teléfono.
El servicio, creado en 2007 por Safaricom y Vodacom, ha crecido rápidamente y en 2012 tenía registradas en Kenia 17 millones de cuentas. Pero también se ha extendido a otros países (Tanzania, Sudáfrica, India, Afganistán, Rumania, Albania), hasta convertirse en el servicio financiero por móvil más exitoso del mundo en desarrollo.

Pros y contras

Pagar sin dinero tiene sin duda ventajas de comodidad y seguridad. Pero también significa restringir algunas libertades de las que ahora gozamos.

Ahorro de costes y seguridad

La generalización de los pagos electrónicos supone el ahorro de los costes relacionados con la impresión de moneda (papel, tinta, diseño para evitar la falsificación, impresión…). También se reducen los costes relacionados con el manejo del papel moneda (contar, asegurar el traslado…).
Pero la seguridad del dinero electrónico también tiene un coste, pues los fraudes a través de Internet van en aumento. Hay que invertir dinero y personas en proteger las transacciones. Además, si se trata de proteger el dinero físico, los ladrones potenciales estarán en el entorno; en cambio, cuando el dinero es virtual, un pirata informático de cualquier parte del mundo puede ser una amenaza.
Para el consumidor, pagar con tarjeta es más seguro. Si uno pierde o si le roban dinero en efectivo, será difícil que lo recupere. Si uno extravía la tarjeta, puede anularla inmediatamente, y la responsabilidad por compras no autorizadas realizadas por otro es generalmente limitada.

Reducción de actividades delictivas

Como en la sociedad sin dinero toda transacción va a dejar huella, será más fácil detectar y perseguir las actividades ilícitas. El fraude fiscal, el blanqueo de dinero, la financiación del terrorismo, van a ser más difíciles.
Pero como en el mundo virtual alguien puede robar la identidad de otra persona, puede ser más difícil demostrar la propia inocencia. Y cuando todos los movimientos económicos de una persona están almacenados no solo en un banco sino en remotos servidores, crece notablemente la posibilidad de que accedan a ellos personas no autorizadas (desde hackers a chantajistas, servicios de inteligencia o adversarios políticos o comerciales).

La privacidad, al descubierto

Una sociedad sin dinero supone también el debilitamiento de la privacidad. Nuestra vida, nuestras actividades y nuestras preferencias pueden ser descifradas a través de nuestros gastos. Adónde viajamos, qué y dónde compramos, por qué servicios pagamos, a quién hacemos una donación, todo quedará registrado.
Esto puede afectar incluso al pluralismo, como observa Domagoj Sajter, profesor de la Facultad de Economía de Osijek (Croacia): “El anonimato refuerza el pluralismo de pensamientos, opiniones y conductas en la sociedad, ya que mucha gente confía en él a la hora de financiar y contribuir a proyectos, actividades y ONG controvertidos o impopulares”. En esto como en tantas otras cosas, las posibilidades de control del Estado moderno se han multiplicado.

Estímulo al gasto

Con el uso de las tarjetas de crédito se ha demostrado que la gente gasta de modo más impulsivo que cuando tiene que entregar dinero físico. Esto hace que muchos hogares gasten más de lo que pensaban, lo que dificulta el ahorro para emergencias o necesidades futuras. En algunos casos el endeudamiento incontrolado puede llevar a pagar altos intereses o incluso a la insolvencia.
En sentido contrario, el hecho de que todas las transacciones queden registradas en la cuenta de la tarjeta puede ayudar al usuario a saber en qué se gasta el dinero, lo que le ayudará a hacer un presupuesto y ser más previsor.
Por otra parte, el pago con tarjetas permite beneficiarse de descuentos en algunos casos (viajes, gasolina…). También hay que valorar que si no se usan tarjetas, no se tiene una historia de solvencia crediticia (credit score), y esto puede encarecer una hipoteca o las primas de un seguro.

Dependencia de terceros

La persona que paga en efectivo no necesita un intermediario para alcanzar sus fines, y es libre para interactuar con cualquier participante en el mercado. En cambio, si las transacciones electrónicas pueden hacerse sola y exclusivamente a través de un intermediario, este puede poner también sus condiciones. Puede exigir que el titular de una tarjeta cumpla ciertos requisitos. Incluso podría poner obstáculos a la financiación de actividades u organizaciones que considerara opuestas a sus intereses.
En cualquier caso, el proceso de pago en una sociedad sin dinero necesita una infraestructura con un coste asociado, que se manifiesta en comisiones como las que se cargan en las tarjetas de crédito. 
Ignacio Aréchaga
Aceprensa.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario