Biopic de Sor Helen Studler, hermana de las Hijas de la Caridad en Metz, al noroeste de Francia, uno de los primeros lugares invadidos por las tropas nazis al pertenecer a Lorena, territorio reivindicado por Alemania, que lo había perdido por los tratados de paz de la I Guerra Mundial. Tras la llegada del enemigo, la monja continúa con su labor humanitaria con los refugiados.
Con los voluntarios que le ayudan fingirá pertenecer a la Cruz Roja para que le dejen entrar a un campo de concentración cercano, donde atenderá a presos de diferentes procedencias. Éstos le piden que lleve correo a sus familiares, cometido un tanto peligroso, pero al que no puede negarse. Pronto decidirá ir más allá; debido a la situación de los prisioneros, creará una red de miembros de la resistencia, compuesta inicialmente por vecinos del lugar, para ayudarles a escapar.
Desde el principio de su carrera, el especialista en cine religioso Pablo Moreno no ha tenido miedo de rodar reconstrucciones de época, en producciones ‘low cost’ como Pablo de Tarso: El último viaje, Un dios prohibido, Poveda y Luz de soledad. Ahora se atreve con una historia de la II Guerra Mundial que requiere de uniformes, decorados, un tren de la época, e incluso tiene un tiroteo, pese a que su presupuesto se reduce a 450.000 euros, muy limitado en relación con otras producciones nacionales.
El realizador de Ciudad Rodrigo (Salamanca), confirma sobre todo tres virtudes con las que logra que sus filmes funcionen, sin que se note la escasez de medios.
Para empezar, demuestra tener buena mano para los actores. No tiene para componer un reparto de estrellas, pero aprovecha el talento de la veterana Assumpta Serna para interpretar a la protagonista, en un sorprendente registro alejado de otros papeles anteriores, y la rodea de alguna actriz de solvencia probada, como Luisa Gavasa, y de un grueso de desconocidos, pero todos con enorme fuerza actoral. Gracias a ellos, la trama resulta creíble.
En segundo lugar, se le da bien escribir un guión complicado, pues requiere que el espectador tenga situados a numerosos personajes, y filmarlo con una puesta en escena quizás sencilla, pero muy eficaz.
El montaje podría haber sido más sofisticado, la iluminación tendría que haber dado más juego dramático, pero nada desentona. Posee la habilidad de emocionar, en diversos momentos, como cuando la protagonista le relata a un moribundo la historia del fundador de los vicencianos.
El tercer y último mérito, pero no menos importante de Moreno, reside en su tridimensionalidad, a la hora de abordar personajes de cualquier bando. Si en Un dios prohibido humanizaba a los milicianos que desencadenaban la tragedia, aquí llega más allá al hacer lo propio con algún integrante del ejército nazi. Por supuesto, no justifica a Hitler y sus cómplices, queda claro que les guía la locura, pero sí muestra que arrastraron a personas con buenos sentimientos, o que se hicieron colaboracionistas por sólidos motivos personales. Queda un cine lleno de verdad, que seduce al espectador.
decine21.com
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