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martes, 17 de octubre de 2017

Stanley G. Payne: Los españoles son los más críticos contra su propio país»

El hispanista publica «En defensa de España», obra en la que desmonta la leyenda negra en torno a nuestra Historia y con la que ha logrado el premio Espasa.Una cita atribuida a Napoleón Bonaparte afirma que los hechos acaecidos en el pasado no son más que una fábula aceptada. Un relato ficticio que se da por bueno sin rechistar. Escuchar a Stanley G. Payne (Denton, Texas, 1934) corrobora en parte esta triste afirmación. 

Al menos en lo que a nuestro país se refiere. Y es que el catedrático emérito de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison es partidario de que la imagen de España se ha forjado en base a los estereotipos que han generalizado otras naciones. Por ello, acaba de publicar «En defensa de España» (Espasa, 2017). 

Para demostrar (por ejemplo) que, aunque el Imperio en el que no se ponía el sol desapareció, fue también ejemplo de prosperidad y estabilidad durante más de tres siglos. O para dejar claro que, aunque el independentismo hable de falacias como los Países Catalanes, la realidad es bien distinta.

Payne, prolífico autor especializado en la Guerra Civil y el período franquista («El colapso de la República» o «Franco. Biografía personal y política» son solo dos ejemplos de ello), se atreve en este caso a retroceder hasta el siglo III a. C. La época en la que los cartagineses arribaron a la Península. Desde ese punto de partida repasa la Historia de España destrozando, página tras página, los falsos mitos que se han generado en torno a ella. 

Una leyenda negra que, como bien señala en la obra, se sustenta en «el cliché, la simplificación, el reduccionismo y el maniqueísmo». Usando como armas los datos y la pluma, el estadounidense rompe también estereotipos al demostrar que nuestro país, considerado atrasado en el siglo XIX, fue capaz de elaborar la Constitución de 1812, «más juiciosa y razonable que cualquiera de las redactadas durante la época revolucionaria francesa».

La obra, galardonada con el XXXIV premio Espasa 2017, no puede estar más de actualidad. Al fin y al cabo, en ella se explican también conceptos como el de «nación española» y se recuerda que el clima de desconsuelo que muchos partidos han usado para alzarse políticamente no es nuevo, sino que empezó a fraguarse en 1898. El mismo año en el que Estados Unidos acabó con las últimas colonias castizas de ultramar y (a base de propaganda) logró convencer a los habitantes de la Península de que el desastre se cernía sobre ellos. 

Eso a pesar de que el país avanzaba a un buen ritmo y aquellos territorios no eran más que una carga para el Gobierno. No en vano, y según Payne, la culpa de la generalización de la leyenda negra la tenemos en parte los mismos españoles, «los primeros en creerse estos estereotipos». —¿Qué es la leyenda negra española? —El término nació en 1913 y se refería a la denuncia que se hacía contra España en los países protestantes durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII. Desde entonces, la interpretación negativa de España ha tomado formas diferentes a lo largo de las épocas. 

En principio fue una crítica hecha por parte de algunos extranjeros. Pero después, a partir de 1898, empezó a ser internacional. El problema es que, durante los siglos XX y XXI, las principales críticas a España han llegado de parte de los propios españoles. —¿Se han creído los españoles esta leyenda negra? ¿Son los culpables de su generalización? —Los españoles, en primer lugar, adoptaron una actitud de firme defensa de España para defenderse de los extranjeros. Siempre reconociendo que había problemas, pero con la actitud de que se podían corregir porque no eran más graves que los de otros países. Pero tres siglos después comenzaron casi a coincidir con la crítica que llegaba desde fuera. Al final del siglo XIX, por ejemplo, se desesperaron ante su atraso en la modernización. Lo hacían sin analizar bien la verdad del país. 

Después han pasado a otra fase, la que rechaza la historia porque no es políticamente correcta. Algo que han asumido una buena parte de los políticos y los intelectuales españoles. —¿Es la conquista de América el episodio más conocido de la leyenda negra? —Es el origen de la leyenda negra clásica. La primera. Lo curioso es que, para formarla, se utilizó la obra de un escritor español: la del cronista Bartolomé de las Casas. Este personaje fue un gran humanista y un gran formador, pero como historiador no fue demasiado bueno porque distorsionó lo sucedido en América. Su texto ha servido a los críticos extranjeros porque exagera enormemente las cifras. 

Pero no hubo un verdadero genocidio. La muerte de muchísimos indios fue por culpa de las epidemias y las enfermedades, no por la persecución ni las matanzas de los españoles. —¿Fue la colonización de los ingleses igual que la española? —Cuando los ingleses empezaron la colonización en Virginia afirmaron que no querían repetir los errores y los crímenes de los españoles. Pero luego, durante sus guerras con los indios, tuvieron que luchar de forma muy vigorosa. Se vieron obligados a atacar los pueblos y las aldeas de los nativos para reducirles, en lugar de combatir contra ellos en el campo de batalla. Eso fue lo mismo, o peor, que lo que hicieron los españoles en Hispanoamérica. 

Pero, en cambio, las cifras españolas se han exagerado. —¿Qué país ha fomentado más la leyenda negra? —Los protestantes, que estaban en conflicto con España en términos políticos, imperiales y religiosos durante la época de máximo esplendor de España. Pero luego todo cambió. A mediados del siglo XVII España no era una potencia temible para otros países occidentales. Tras la llegada de la decadencia y el gran declive del Imperio en el siglo XVII, la crítica se empezó a hacer contra el atraso de los españoles. Contra su falta de interés en los asuntos prácticos. Es cierto que las críticas siempre tenían cierta dosis de verdad, pero eran exageradas. —¿Cuándo nace España? —En un sentido técnico, si la entendemos como una entidad más que geográfica, empieza con los visigodos. Pero esta idea se destruye en parte con la invasión árabe. Luego, tras varias generaciones, se crea el concepto de España en la primera parte de la Edad Media. Eso sí, como una entidad religiosa y cultural, pero no política. Para que nazca como entidad política, o corona, es necesario esperar a la llegada de los Reyes Católicos. 

Posteriormente, en el siglo XVIII, hubo con la dinastía de los Borbones una cierta unificación administrativa de las instituciones. No obstante, a la nación moderna se llegó con las Cortes de Cádiz. El problema es que el país no estaba preparado para implementar bien aquellas políticas. —¿Fue el XIX el siglo de los independentismos? —Durante el siglo XIX la identidad de España llegaba a todas partes. Los carlistas no estaban en contra de ella, querían cambiar esta idea y liderar el país, pero no la rechazaban. 

Y los catalanes del siglo XIX tampoco. Cuando la España moderna y liberal estaba en marcha los catalanes se sentían muy españoles. —¿Creció la leyenda negra durante la Guerra Civil? ¿La usaron los dos bandos como arma? —En la Guerra Civil la leyenda negra se empleó por los izquierdistas más radicales como una explicación de la Historia de España. La usaron como parte de su propaganda política. Los franquistas insistieron en que la leyenda negra era una deformación fundamental de la Historia y lucharon contra ella. Era una parte muy importante de su propia identidad. Fueron dos formas de utilizar la leyenda negra muy diferentes. —¿Deben los españoles sentirse orgullosos de su Historia? ¿Tienen que avergonzarse de ella? —Hay que asumir la Historia y entenderla. 

El pensamiento único rechaza la Historia porque no es políticamente correcta. Con todo, algunos de los mejores líderes de las izquierdas revolucionarias durante la Guerra Civil no tomaron esa actitud. Juan Negrín, por ejemplo, era casi un nacionalista español de izquierdas. Decía textualmente que hay que asumir la Historia de España con sus glorias y sus defectos. Que no se puede ser un líder izquierdista moderno del país sin aceptarla. —¿Se pueden analizar los hechos históricos desde un punto de vista actual? —No hay que creer en los valores coetáneos, que siempre cambian. Esos no son los valores eternos de la Historia. Hay que entender la Historia dentro de un cierto historicismo, como se decía en el siglo XIX. Entender la psicología y la cultura de las épocas que se analizan.

abc.es

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