Regresa agotado pero feliz tras el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá
Al cabo de cinco días intensos y agotadores, coronados con una misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud a la que asistieron setecientas mil personas, el Papa Francisco emprendió anoche el vuelo nocturno de regreso a Roma agotado, pero feliz.
Dentro de seis días, inicia un viaje sin precedentes a Abu Dhabi, el primero de un Papa a la Península Arábiga.
Asombrosamente, todo salió muy bien en Panamá, gracias a la organización perfecta de un país pequeño, pero decidido a ponerse en el pelotón de cabeza mediante los ingresos del Canal y a su estabilidad política.
La participación de un cuarto de millón de jóvenes en los principales actos fue otra especie de «milagro», teniendo en cuenta que los países centroamericanos son en general pobres y sufren problemas sociales de desigualdad, violencia, emigración forzada, etc. En ese cuadro, la vigilia nocturna con más de medio millón de personas y la misa final con setecientas mil supusieron una inyección de optimismo para millones de católicos en todo el mundo.
El mayor encuentro mundial de jóvenes –con diferencia abrumadora sobre cualquier otro– añadió la alegría de haber dado una oportunidad única a miles chicas y chicos de América Central que no hubiesen podido viajar a países lejanos en su propio continente, y mucho menos a la lejana Europa.
En la misa de clausura, el Papa enardeció a los setecientos mil fieles asegurando a los jóvenes que «ustedes no son el futuro. No, no. ¡Son el presente! Ustedes son el “ahora” de Dios!».
Después de un estruendoso aplauso, la inmensa multitud se volvió silenciosa y reflexiva ante la invitación a enamorarse «no mañana, sino ahora», pues «aquello que los enamore conquistará no solo vuestra imaginación sino que lo afectará todo». Francisco les explicó que la fuerza del amor «será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, alegría y gratitud».
A pocos pasos del altar, la hermosa imagen de Santa María la Antigua miraba también a la interminable explanada de puntos de colores vivos, que había sido un mar de banderas ondeantes justo hasta el comienzo de la misa.
Ahora los jóvenes escuchaban pensativos un mensaje centrado en que no malgasten esos años como una especie de «sala de espera» de la vida.
Según Francisco, deben descubrir su misión y su vocación en la vida ahora, escuchando a «un Dios tan concreto y cotidiano, tan concreto y real» que llega a «hacerse presente y actuar a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo, un familiar».
Dimensión inesperada
El Papa les hizo notar que la decisión de servir a Dios y a los demás en lo cotidiano abre puertas a una dimensión inesperada: «Que vuestro “sí” siga siendo la puerta de ingreso para que el Espíritu Santo nos regale un nuevo Pentecostés al mundo y a la Iglesia».
Poco después, con una visita a la Casa Hogar del Buen Samaritano, que acoge a muchachos enfermos de VIH, Francisco realizaba un nuevo gesto destinado a repetir una de sus enseñanzas centrales: la sociedad no debe estigmatizar a los presos ni a los enfermos de VIH, y todavía menos cuando son jóvenes. La «indiferencia también hiere y mata», dijo el Papa.
abc.es
Juan Ramón Domínguez Palacios
Juan Ramón Domínguez Palacios
http://lacrestadelaola2028.blogspot.com
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